LA GUERRA DEL ASIENTO

 

 

Desde Port Royal, en Jamaica, el vicealmirante Edward Vernon decide volver a la carga con renovados bríos. El nuevo objetivo será la pequeña y mal defendida plaza de Portobelo contra la que, bajo su mando, dirige casi 3.000 hombres entre tripulaciones y soldados de infantería, y una escuadra con los siguientes navíos:

 

 

Burford (70)                              (Vernon)

Hampton Court (70)                 (Brown)

Worcester (60)

Princess Louisa (60)

Strafford (50)

Norwich (50)

 

 


También llevó la fragata Sherness para la que tenía prevista labores de vigilancia. El total de cañones ronda la cifra de 380.

 

Vernon quiere cumplir la promesa realizada en un discurso ante la Cámara de los Comunes de tomar esta plaza con sólo seis navíos.

 

No se fía del todo de enfrentarse al tremendo reto que para sus fuerzas supondrían, atentos, dos pequeñas fragatas guardacostas, una balandra y unas decenas de hombres parapetados en tres castillos en estado ruinoso cuyos cañones eran en su mayoría inservibles, así que deja orden en Jamaica de que en cuanto estuviesen listos el navío Windsor Castle (60) y las fragatas Diamond y Anglesea se dirigieran a Portobelo para unirse a su escuadra y darle más tranquilidad para llevar a cabo su heroico ataque. En realidad no haría falta el concurso de esos refuerzos porque cuando llegaron a Portobelo ya había finalizado la acción.

 

Y como tampoco se fía de Blas de Lezo, que estaba en Cartagena de Indias, envía a la fragata Sherness a patrullar las aguas cercanas a esta ciudad para vigilar los movimientos españoles y dar aviso, en su caso, de posibles salidas de Lezo que le pudieran coger por la espalda (en realidad Lezo nada podía hacer porque, en primer lugar, su misión primordial era organizar la defensa de Cartagena de Inidas y, en segundo lugar, en las fechas del ataque a Portobelo contaba don Blas en Cartagena de Indias con solo dos navíos operativos, mientras que un tercero necesitaba reparaciones, y luchaba por conseguir los pertrechos y avituallamientos que necesitaba esa plaza).

 

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ARRIBA: situación de Kingston y Port Royal en Jamaica.

 

 

DERECHA: mapa de Jamaica (Port Royal) hacia 1750 del The Civil and Natural History of Jamaica de Patrick Browne, fechado en 1756. El mapa está firmado por el ingeniero Richard Jones


Los buques británicos zarpan el 25 de noviembre de 1739, avistan Portobelo el día 1 de diciembre y al alba del 2 aparecen frente a la plaza iniciando el ataque. La defensa española de esta plaza estaba confiada principalmente al castillo de Todofierro, en primera línea de defensa, situado a la entrada del puerto, castillo que teóricamente debía contar con 32 cañones. No podía contarse con fuerza naval pues sólo había dos fragatas guardacostas, Triunfo y Astrea, ambas de 24 cañones. En el interior estaban los fuertes Gloria y San Jerónimo, en malas condiciones de defensa y que deberían contar, entiéndase que teóricamente, con 20 cañones. Debido a la distancia entres estos dos fuertes del interior y el castillo de Todofierro, aquellos no podían prestar apoyo a este ni cruzar sus fuegos. Los tres fuertes habían sido levantados en tiempos del rey Felipe II y en los que colaboró el ingeniero Bautista Antonelli.

Bahía de Portobelo, grabado de Nicolás Bellinen, 1574. Se observan el castillo Todofierro, a la entrada del puerto, la ciudad al fondo-izquierda de la bahía, y los castillos de Gloria y San Jerónimo.

A diferencia del eficiente gobernador de la provincia venezolana y su buen hacer en prevenir la defensa de La Guaira, en esta ocasión el gobernador interino de Portobelo, el anciano Francisco Javier de la Vega Retez, demostró ser un incompetente. Estaba al mando porque el gobernador titular, Bernardo Gutiérrez Bocanegra, se encontraba en Panamá dando explicaciones a la justicia respecto a asuntos turbios de los que se le imputaba.

 

No es admisible que en situación de guerra, y con una escuadra enemiga merodeando por allí, la máxima autoridad esté lejos atendiendo asuntos de índole administrativa-legal como acusado de corrupción y, de paso, se deje el gobierno a un anciano inepto.

 

A pesar de que se tenían noticias y avisos sobre las intenciones ofensivas inglesas (hay que recordar una vez más que en esta guerra funcionaron bien los servicios de espionaje españoles), ni uno ni otro habían adoptado medidas convenientes para defender la plaza con posibilidades de éxito (incluso mantenían desartilladas a las fragatas), ni siquiera cubriendo elementales necesidades logísticas, a pesar de que era un puerto de importancia para el comercio americano y lugar donde fondeaba la flota de galeones.


En realidad, Portobelo fue un ejemplo continuado durante muchos decenios de desidia e ineptitud de la mayoría de sus gobernadores aun siendo un puerto estratégico para el comercio indiano. Esta situación de abandono continuado, por otra parte, era una situación generalizada y endémica desde décadas en muchas plazas.

 

Resumirlo en corto: Portobelo era una plaza mal defendida a la que le faltaba artillería, provisiones y tropa. O sea, todo. El estado de las defensas era lamentable, la organización no existía, los cañones eran en su mayoría inservibles, a muchos les faltaban cureñas y otros estaban desmontados, por lo que no podían disparar.

 

En efecto: del fuerte San Jerónimo ni un solo cañón podía realizar un disparo al estar todos desmontados. Del fuerte Gloria sí que era posible disparar cañones, pero debido a su distancia y posición no podía alcanzar los navíos ingleses en la bahía, por lo que estuvo gastando munición inútilmente ante la hilaridad de los británicos. El castillo Todofierro contaba con unos teóricos 32 cañones pero sólo 9 estaban montados en sus cureñas, algunos de forma deficiente (dos de ellos se desmontaron al primer disparo que realizaron). Eso cuando las cureñas no estaban podridas. O cuando los herrajes que sujetaban los cañones a las cureñas, que eran de hierro, no estaban oxidados.

La situación se complicaba porque el envío de los repuestos necesarios para su reparación, o la materia prima para su fabricación, tenía que venir, en muchas ocasiones, desde la metrópoli, lo que requería una planificación a largo plazo y un procedimiento muy complicado y con numerosos inconvenientes, que hacía muy difícil que se resolviese con éxito. La consecuencia era que muchas piezas disponían de cañones pero no de cureñas, y que otro gran número que sí disponían de ellas, al hacer los primeros disparos, cureñas y cañones se desengarzaban al romperse y saltar los herrajes que se encontraban oxidados.

La batalla de Cartagena de Indias. Francisco Javier Membrillo Becerra. Publidisa, 2011.

 

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Para intentar apoyar la defensa del castillo de Todofierro se utilizaron los pocos cañones que tenían desmontados los barcos guardacostas para montarlos en dicho castillo, introduciéndose también en él la dotación de los esos barcos, 144 hombres (de ellos 20 milicianos) al mando del teniente de marina Juan Francisco Garganta; es decir, fueron llevados artilleros de marina para poder manejar la artillería de tierra que no tenía artilleros.

 

Contaban también, atentos, con 5 rifles, 25 fusiles y algo de pólvora. Algunas de las balas de cañón eran de piedra.

 

Al castillo de Gloria se enviaron un total de 80 hombres para defenderlo al mando del capitán del presidio Sebastián Meléndez.

 

Detalle del mapa Porto Bello, circa 1740, Showing the Situation and Defences of the City. Este detalle muestra esquemáticamente el castillo de Todofierro (Iron Castle en el dibujo inglés), hoy desaparecido, que defendía la entrada a la bahía.


Los buques ingleses, puestos en línea, van arrojando fuego contra el castillo de Todofierro desde corta distancia mientras penetran en la bahía.  Al primer disparo de los buques ingleses huyeron el condestable y los 20 milicianos. Poco después desertaron algunos soldados. Al castillo de Todofierro no podía apoyarle la artillería del fuerte de San Jerónimo, porque no tenía cañones disponibles, ni la del fuerte de Gloria, porque estaba tan lejos que sus cañones no alcanzaban a los atacantes. Tras dos horas de bombardeo el castillo Todofierro estaba arrasado. Dentro de sus escombros quedaban sólo 11 hombres de los guardacostas, el resto eran bajas y, sobre todo, deserciones.  Los 11 hombres que quedaban se habían quedado sin pólvora. Un fácil desembarco inglés apoyado por disparos de fusilería desde los navíos acabó con la resistencia y el castillo se rindió. Su defensa había sido escasa por sus limitadísimas posibilidades. El castillo pasó a ser ocupado por los ingleses desembarcados.

Anclado donde no podían llegar los cañones de los dos fuertes del interior, Vernon hizo noche y, al día siguiente, día 3 de diciembre, dispuso continuar el ataque. Pero no iba a exponer sus barcos a los cañones del fuerte Gloria: dispuso que se preparasen botes para realizar el asalto. Lo cual tampoco haría falta pues el negligente y pusilánime gobernador accidental, al saber de los preparativos ingleses, se apresuró a rendir la plaza esa misma noche. Acordó que Portobelo no sería saqueada ni su población hostilizada, respetándose vidas y haciendas. Los únicos prisioneros serían los soldados uniformados, a los que se les trataría con dignidad.

 

Mientras Vernon descansaba anclado en la bahía y el gobernador rendía la plaza, la mayoría de los vecinos de Portobelo, reunidos en consejo, se declaró dispuesta a combatir. Cuando se acercasen los británicos, introduciéndose más en la bahía, contaban los partidarios de la resistencia con el castillo de Gloria, donde habría 600 defensores. Pero el mal ejemplo del gobernador interino fue seguido por otros, como el capitán Sebastián Meléndez que huyó al monte, como había hecho el gobernador tras la negociación con los británicos, y con él huyeron muchas familias, dejando así Portobelo abandonado a su suerte y con la moral de los últimos defensores por los suelos.

Bombardeo de los fuertes de Puerto Bello por la flota del almirante británico Vernon, 22 noviembre 1739. Obra de Samuel Scott. Al fondo y derecha de la bahía se observa la ciudad de Portobelo, mientras en primer término los buques ingleses bombardean el castillo Todofierro a la entrada de la bahía.

 

Parece haner un error aparente en las fechas, pero se debe a que los británicos seguían usando el calendario juliano mientras que el resto de potencias europeas cambiado all gregoriano, haciéndolo España desde 1582 (el cambio suponia una diferencia de 10 días, que se eliminaron del mes de octubre). El calendario gregoriano no lo adoptaron los británicos hasta 1752, por ello el desfase de fechas. Así, la fecha de esta obra de Scott es la del título de dicha obra, pero en el antiguo calendario juliano británico.


Vernon ordenó demoler los castillos y en contra de lo firmado saqueó la ciudad buscando riquezas, pero sólo encontró 10.000 pesos destinados a las pagas de la tropa allí destinada. El armamento y los caudales pasaron a manos de los británicos, que obtuvieron 40 cañones de bronce y otras 24 piezas de artillería. Los cañones inservibles y los de hierro los arrojaron al mar.

 

Obtuvo también las dos fragatas guardacostas que incorporó a su escuadra con los nombres de Triumph (ex Triunfo) y Astraea (ex Astrea), y también la balandra. La Triumph fue enviada a Inglaterra para dar noticia de su triunfo (muy adecuado, pensaría Vernon, que la fragata llevase precisamente el nombre de Triumph), a donde llegó en marzo de 1740.

Detalle del Plano de la ciudad, la bahía y los fuertes de Portobelo, de Jean Covens y Corneille Mortier, 1740


Tomado Portobelo, Vernon aprovecha para ajustar cuentas con los parlamentarios ingleses, sobre todo con el primer ministro Robert Walpole, que se había opuesto a sus proposiciones guerreras, con el Gobernador de Jamaica, que no apoyaba el objetivo, y con los generales y almirantes ingleses que habían recelado de su capacidad. Además, da rienda suelta a su ego en ese momento de gloria y pregona a los cuatro vientos la victoria obtenida.

La batalla de Cartagena de Indias. Francisco Javier Membrillo Becerra. Publidisa, 2011.

Naturalmente, las noticias estaban exageradas para así el estirado Vernon darse mayor regusto y mejor propaganda. Vernon sabía que un combate ante la indefensa Portobelo no ofrecía dificultades y manipuló la información para ponerse a sí mismo como ejemplo de héroe valiente que obtiene una gran victoria y proclamarse nuevo gran héroe nacional británico.

 

Veamos cómo se publicitó: Portobelo, ciudad  famosa y conocida en todo el mundo por ser puerto importante de fondeo para la Flota de Indias, era una plaza fuertemente defendida por más de 200 cañones. Sólo el de Todofierro infundía gran temor, pues tenía 100 cañones y 300 defensores. La rapidez y eficacia en la toma de la ciudad, sufriendo muy pocas bajas propias, demostraban la valentía, aptitud, inteligencia y arrojo de Vernon al introducirse osada e inesperadamente en una bahía que contaba con la enorme potencia de fuego que proporcionaban tres castillos apoyados por dos barcos que le hicieron frente, pero a los que eficazmente doblegaron sus navíos disparando con todo acierto, lo que demuestra la gran instrucción que se había preocupado de proporcionar a los hombres bajo su mando. Además, el vicealmirante daba imagen de gran caballero, un inglés noble y magnánimo que en lugar de humillar y aplastar a sus enemigos, a pesar de que se lo merecían pues habían demostrado cobardía, firma para ellos una capitulación honrosa que respeta y tolera vidas, haciendas y propiedades. La toma de tan importantísima ciudad era, por tanto, una victoria gloriosa.

 

Lo cierto es que, en lo que respecta a la elección del objetivo a atacar, Vernon se atrevió a ofender esta plaza porque sabía que sus defensas eran muy débiles y no había allí ninguna escuadra que le pudiera hacer frente. Portobelo era fácil de ocupar e implicaba muy poco riesgo. Y aún así llevó a Portobelo una escuadra exageradamente desproporcionada para la fuerza que se le opondría.

Planta del castillo de San Jerónimo en Portobelo. Archivo General de Indias. Publicación de Jorge Cerdá Crespo en su tesis doctoral La Guerra de la Oreja de Jenkins: un conflicto colonial (1739-1748), de la Universidad de Alicante.

En cuanto al combate, ya hemos visto que la defensa española fue muy débil. No hay más que ver el pequeño número de bajas inglesas, menos de 10 entre muertos y heridos, lo que demuestra la poca resistencia que se ofreció. Y después de batido el castillo de Todofierro, Vernon no se atrevió a poner sus barcos al alcance de los cañones del fuerte Gloria. No hubo heroicidad ni osadía alguna por parte de Vernon.

 

La versión inglesa varía "ligeramente": se intentó llegar a los dos fuertes de la bahía, Gloria y San Jerónimo, pero los vientos contrarios lo impidieron.

 

Y en lo que respecta a los caudales que se guardaban en Portobelo, cosa que seguramente preocupaba mucho a los british, conviene indicar que todo el mundo sabía que Portobelo era lugar de fondeo de la Flota de Indias y lugar importante en el  comercio. En las colonias americanas era habitual celebrar estas  ferias, y en Portobelo se celebró una en 1738, dato que sabido y por supuesto, también era conocido por el Almirantazgo inglés.

 

También sabían los british cuál era la ruta habitual de los caudales: desde Perú se enviaban los caudales a Panamá, por el Pacífico, y desde allí se llevaban a Portobelo. Recordemos que el plan estratégico inglés contemplaba, precisamente, la asfixia del comercio y sus rutas, al atacar la flota de Anson el istmo de Panamá por el Pacífico y Vernon haciendo lo propio por el Caribe, combinando sus esfuerzos (ver expedición de Anson en el CAPITULO 4)


Es sabido que la expedición de Anson fue un fracaso y no combinó en su momento con los ataques de Vernon por el Caribe, por lo que no pudieron estrangular el istmo como pretendían. Pero es que, además, tiempo atrás las autoridades españolas, ante las turbias y tensas relaciones hispano-británicas que presagiaban el inicio de una guerra y, más recientemente, ante el temor de que los caudales fuesen capturados en un ataque inglés, ordenaron no trasladar 12.000.000 millones de pesos a Portobelo y dejarlos a resguardo en el Perú. Muy lejos de Portobelo. Primero fueron depositados en Guayaquil, y luego en Quito. Así que Vernon, llegó, venció, y aunque buscó por todo Portobelo para hacerse con la importante suma de dinero que esperaba encontrar allí, no consiguió tan fabuloso tesoro y sólo se apropió de las pagas de la guarnición española, 10.000 pesos, el muy british. También se dedicó Vernon a rebuscar posibles tesoros escondidos en las casas de los civiles, aunque respetó la vida de la población y, finalmente, pasó a demoler los castillos.

 

La versión inglesa, como es habitual, "difiere un poco": no se saqueó la ciudad ni se molestó a la población, siguiendo la capitulación firmada, con lo que se demuestra que no es cierta la propaganda española que mostraba a los ingleses como piratas y saqueadores.

 

Esos pocos miles de pesos, unas cuantas piezas de artillería y dinamitar los castillos fue todo lo que consiguió Vernon. Porque ni siquiera ocupó la plaza: tras el saqueo, el mismo mes de diciembre, decidió regresar con su escuadra a Jamaica. Por si las moscas, deja una fragata patrullando por aguas cercanas a Cartagena de Indias. Es decir, ni ocupó Portobelo ni hubo penetración inglesa al interior del continente.

Localización de Portobelo y otras posesiones españolas en el Caribe. En color azul la isla de Jamaica, base de operaciones inglesas.

Elaboración propia.

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De esta manera se desvía del objetivo estratégico británico. Vernon pensó que la toma de Panamá, aunque la podía intentar con los medios con que contaba, era una empresa menor de la que se encargaría la escuadra de Anson en el Pacífico, como estaba ideado inicialmente. Pero el objetivo del Almirantazgo era controlar el istmo panameño por ambos mares, lo que exigía tomar la ciudad en lugar de largarse de allí. Establecer un control de Portobelo exige dejar tanto una guarnición como una escuadra suficientes. Nada indicaba, además, que los españoles no pensasen en recuperar la plaza. Ciertamente, Anson estaba aún lejos de alcanzar Panamá, pero Vernon no cumplió con su parte en el lado caribeño. ¿Por qué? Pues por temor: había noticias de que en España se estaba preparando una escuadra destinada al Caribe (era la potente escuadra de Torres) que embarcaría fuerzas de infantería y, por otro lado, Vernon intuía que, si dejaba en Portobelo una guarnición y escuadra de ocupación, Blas de Lezo, muy  pronto y en cuanto estuviese preparado intentaría, desde Cartagena de Indias, recuperar Portobelo.


En lugar de ello prefiere dejar un navío en labores de vigilancia naval sobre aguas cercanas a Portobelo con la misión de informar sobre movimientos españoles en la zona.

 

En Inglaterra, las noticias llevadas por la fragata Triumph hacen estallar el alborozo entre la opinión pública. Euforia. Celebraciones y repiques de campanas. Vernon dió a entender que la guerra sería fácil ganarla con él al mando. Se hicieron medallas que conmemorasen para la eternidad la grandiosa victoria del vicealmirante Edward Vernon, nuevo héroe de la nación inglesa, frente a los españoles. Una de estas medallas para mayor engrandecimiento de Vernon, contiene la leyenda “Porto Belo Sex. Solum navivus expugnate” (Tomó Portobelo con sólo seis barcos). La acuñación de otra medalla diferente muestra la leyenda “Vernon Semper Viret” (Vernon siempre victorioso), mostrando en su reverso otra leyenda: “Portobelo sex solum navibus espugnate nov.22-1739”. Con motivo de esta victoria se cantó por primera vez la célebre canción Rule, Britannia! e incluso se dice que en una cena en honor al nuevo héroe, a la que asistió el rey Jorge II, se entonó por primera vez una versión británica del himno francés Grand Dieu sauve le Roi (o sea, God save the King, ya saben, el que sería himno nacional inglés).

 

Pedro Murillo Velarde, en su Geografía histórica publicada en 1752, menciona la medalla de Vernon no sin cierta ironía: "le hicieron una medalla donde estaba esculpida la acción de Vernon en Portobelo, al modo de las que hicieron los indios de Nueva España cuando cogieron a los españoles una cabeza de caballo (¡!)".  En la Historia de San Martín (1888), Bartolomé Mitre registró también el dato medallístico, y la conocida y oficializada Historia de Colombia para la enseñanza secundaria de José María Henao y Gerardo Arrubla (1910), al recordar el frustrado trofeo, apunta que "pareció a los británicos que ya se había puesto el sol en los sucesores de Carlos V"

Las medallas del Almirante Vernon. Rodolfo J. Franci. Centro Numismático Sierras del Tandil. 2010

 

A continuación vemos otros ejemplos de la conmemoración inglesa.

Anverso de una medalla conmemorativa de la toma de Portobelo. La leyenda dice The british glory reviv D by Admiral Vernon (La gloria británica nuevamente exaltada por el Almirante Vernon)

Reverso de una medalla para conmemorar la toma de Portobelo. Dice la leyenda He took Porto Bello with six ships only (Él tomó Portobelo con sólo seis barcos).

Primera página de la partitura de Rule, Britannia!, 1740, considerada la más patriótica de las canciones inglesas.


IZQUIERDA: dos ejemplos más de medallas donde se repite en la leyenda que Vernon tomón Portobelo con solamente seis barcos. En algunas se añade el año, 1739, y en otras también el día y el mes.


Por si faltaba algo para mayor engrandecimiento de Vernon, pusieron el nombre de la ciudad colonial española a una calle londinense para que se recuerde siempre la hazaña británica: Portobelo Road, que cualquier turista puede pasear y visitar hoy día en Londres, siendo una zona de mercado y muy popular. Hay una tienda de antigüedades que lleva el nombre de Admiral Vernon, hay un hotel llamado The Portobelo Hotel, etc.

 

Vaya, vaya. América iba a caer en manos inglesas, como ansiaban. Pues en fin, sólo falto dar urbi et orbi la buena nueva evangélica: Vernon iba a liberar al mundo del insufrible yugo opresor español. Salvada la humanidad, el Juicio Final se pospondría, sin duda.


Como ya se ha dicho, los ingleses no quisieron retener Portobelo. Vernon creyó que su misión no era ocupar la plaza sino impedir que fuese usada por los españoles. Pero antes de abandonar Portobelo, el presuntuoso y engreído Vernon no se olvidó de mandarle dos carta a Blas de Lezo, defensor de Cartagena de Indias. Dadas que algunos de los asuntos que manifiesta no entran en la capacidad de decisión de Lezo (como la liberación y envío de factores –comerciantes- a Jamaica), tendría que haber remitido estas cartas al Gobernador de Cartagena de Indias, y no al Comandante Militar del Apostadero. Pero Vernon consideraba que quien era su enemigo era Lezo y, de paso, trata de minar su moral, le amenaza veladamente, como queriéndole avisar de que se va a tomar venganza por afrentas anteriores en combates en los que sus naciones hubieran participado, todo ello sin dejar de recalcar su magnanimidad con los vencidos.

 

En la segunda de ellas le dice: 

 

 

Portobelo, 27 de noviembre de 1939

 

Señor: esta se entrega a V.E. por don Francisco de Abaroa y en alguna manera V.E. puede extrañar que su fecha es de Portovelo. En justicia al portador, es preciso asegurar a V.E. que la defensa que se hizo aquí era por el comandante y por los de devaxo de su mando, no pareciendo en los demás ánimo para hacer cualquier defensa.

 

Espero que de la manera que he tratado a todos, V.E. quedará convencido de que generosidad a los Enemigos es una virtud nativa de un ynglés, lo cual parece más evidente en esta ocasión, por averlo practicado con los españoles, con quienes la nación ynglesa tiene una ynclinación natural, vivir vien que discurro es el interés mutuo de ambas naciones.

 

Haviendo Yo mostrado en esta ocasión tantos favores, y urbanidades, además de lo capitulado, tengo entera confianza del amable carácter de V.E. que mis paysanos hallarán de su generosidad igual correspondencia, que por la autoridad, y instancias de V.E. (aunque dependa de otro) los factores de la Conpañía de la mar del sur en Cartagena, estarán remitidos inmediatamente a la Jamayca, a lo cual V.E. vien save tienen derecho induvitable por tratados, aun seis meses después de la declaración de la guerra.

 

El capitán Pelanco deve dar gracias a Dios de ha ver caido por capitulación en nuestras manos, por que sino, su trato vil, y indigno, de los yngleses, avía tenido de otro un castigo correspondiente.

 

Y soy Señor de V.E. su más humilde servidor D. Eduard Vernon.

 

Burford, Portovelo, 27 de Nbre de 1739

 

 


NOTA: puede llamar la atención las fechas de las cartas pero, como se ha indicado más arriba de este capítulo, se usan diferentes calendarios (el juliano por parte inglesa cuando ya desde 1582 se usaba el gregoriano en España y que fue paulatinamente adoptado también por las demás naciones europeas).

 

Vernon había tenido información sobre Blas de Lezo, ambos eran marinos, y contemporáneos, y no ignoraba los comentarios que señalaban cierta reputación del marino español, cosa que no debía haberle resultado extraña cuando habían sido enemigos en otros episodios navales años atrás. Pero una carta así (hoy día muchos jóvenes dirían que “este tío va de sobrao”) no solo nos deja vislumbrar la personalidad estirada y melosona de Vernon, falsamente humilde, sino que también nos indica que el inglés no conocía muy bien la personalidad de don Blas. Este, desde Cartagena de Indias, le respondió cumplidamente, con un estilo de demuestra una personalidad completamente diferente. Bajándole los humos al inglés, don Blas le responde a cada uno de los asuntos indicados. Lo que se dice ponerle los puntos sobre las íes. Atentos, mucha atención por favor, al primer párrafo de la respuesta de Don Blas al vicealmirante inglés, sobre todo las frases finales de ese primer párrafo :

 

 

Cartagena, 27 Diciembre 1739.

 

Exmo. Sr.

 

Muy señor mío: He recivido la de V.E. de 27 de Noviembre que me entregó Dn Francisco de Abaroa y antecedentemente la que conduxo la valandra que traxo a don Juan de Armendáriz. Y en inteligencia de contenido de ambas diré, que vien instruido V.E. por los factores de Portovelo (como no lo ignoro) del Estado en que se hallava aquella plaza, tomó la resolución de irla a atacar con su Esquadra, aprovechándose de la oportuna ocasión de su imposibilidad, para conseguir sus fines, los que si ubiera podido penetrar, y creer que las represalías y obstilidades que V.E. intentava practicar en esos mares, en satisfacción de las que dizen havían executado los españoles, ubieran llegado asta insultar las plazas del Rey mi amo, puedo asegurar a V.E.  me ubiera hallado en Portovelo para impedírselo, y si las cosas ubieran ido a mi satisfacción, aún para buscarle en otra cualquiera parte, persuadiéndome que el ánimo que le faltó a los de Portovelo me hubiera sobrado para contener su cobardía.

 

La manera con que dice V.E. a tratado a sus enemigos, es muy propia de la generosidad de V.E. pero rara vez experimentada en lo general de la nación, y sin duda la que V.E.  aora a practicado, sería imitando la que yo e executado con los vasallos de S.M.B. en el tiempo que me hallo en estas costas (y antes de aora,) y por que V.E. es sabidor de ellas, no las resfiero, porque en todos tiempos e savido practicar las mesmas generosidades, y umanidades con todos los desvalidos; y si V.E. lo dudare podrá preguntárselo al governador de esa ysla quien enterará a V.E. de todo lo que llevo expresado, y conocerá V.E. que lo que yo e executado en beneficio de la nación ynglesa excede a lo que V.E. por precisión y en virtud de capitulaciones debía observar.

 

En quanto al encargo que me hace V.E. de que sus paisanos, hallaran en mí la misma correspondencia que los míos han experimentado en esta ocasión y que solicité que los factores del sur sean remitidos a Jamayca, inmediatamente diré, que no dependiendo esta providencia de mi arbitrio, no obstante, practiqué las diligencias combenientes con el governador de esta plaza, a fin de que se restitujesen a esa ysla; pero parece que sin orden del Rey no puede practicar esta disposición, respecto de que son Ministros de ambos soveranos, en la comisson que manexan; y en correspondencia yo quedo para servir a V.E. con las mas segura voluntad, y deseo le guarde Dios muchos años.

 

A bordo del Conquistador en la Bahia de Cartagena de Yndias, 24 de diziembre de 1739. BLM de V.E. su más atento servidor.

 

Don Blas de Lezo

 

 

 


Archivo General de Simancas

 

Con lo ocurrido en Portobelo, los british, con Vernon a la cabeza, pensaron que todo les iría rodado. Vernon no continuó con el plan inicial: la toma de Panamá y unión de sus fuerzas con la de Anson, en el Pacífico. Vernon creyó que Panamá podía conquistarse con extrema facilidad en el momento que él decidiese. La euforia le hace caer en un grave error sobre las capacidades combativas de las guarniciones americanas. Los ingleses se hacen a la ilusión de que las demás plazas ofrecerán una resistencia similar a la de Portobelo, cayendo irremediablemente ante el empuje británico. Pero, por el  momento, eran mejores otros planes en lugar de ocupar Portobelo, según él, como pensar en la toma de Cartagena de Indias. Con el poderío inglés demostrado bajo su mando no había duda de que la plaza claudicaría, y volvió a la base de Jamaica.

 

Tras enviar por carta un desafío a Lezo, y como el lector podrá comprobar (ver CAPÍTULO 19), la disputa quedaría zanjada más adelante y la arrogancia de Vernon le saldría muy cara en Cartagena de Indias.

 

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

 

The capture of Puerto Bello, 21 November 1739

Obra de George Chambers, senior. Fechada en 1836.

National Maritime Museum, Greenwich, Londres, Greenwich Hospital Collection.

Esta es la imagen más conocida del ataque a Portobelo, copiada en otras ocasiones e inspiradora de otras obras. Es un cuadro fabuloso que me encanta, aunque es una representación romántica del hecho histórico como corresponde a la tendencia artística de los años en que fue pintado, es decir, el Romanticismo. Se ven seis navíos ingleses atacando la plaza española. El de primer término con las insignias es el Burford de Vernon (se destaca una figura negra en cubierta, ¿será Vernon?). La pintura presenta cierta exageración en la respuesta artillera española del castillo Todofierro (en primer término a la izquierda) que además de aparentar que provoca daños a todos los navíos, cuando lo cierto es que apenas tuvo respuesta, tiene unas proporciones arquitectónicas mayores a la realidad. Obsérvese que incluso existen numerosos cañones españoles al fondo a la derecha, junto a la ciudad, disparando contra los navíos atacantes.

Imágenes de las ruinas de las antiguas fortificaciones de Portobelo, en la actual Panamá

 

 

 

Mapa de Portobelo

Biblioteca Nacional de España

 

 

 


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Comentarios: 3
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