Asalto al castillo de San Felipe de Barajas

Vernon convoca Consejo de Guerra para coordinar las acciones de ataque. Desea que el castillo sea atacado cuanto antes porque cada día que pasa los españoles perfeccionan cada vez más sus trincheras y refuerzan sus defensas. Además, está muy molesto con la resistencia de los fuertes de Manzanillo y El Boquerón y, en consecuencia, exige al general Wentworth que acabe de una vez por todas con ellos. Tanto Wentworth como el general De Guise exponen las grandes dificultades del terreno, ya fangoso por las primeras lluvias, la dificultad de mover las piezas artilleras, la imposibilidad de asaltar simultáneamente San Felipe, Manzanillo y El Boquerón, porque no tienen fuerzas terrestres suficientes para ello, y exigen a Vernon apoyo artillero naval, que consideran imprescindible.

 

El general Blakeney solicitó a Vernon que previamente destruyera las baterías españolas con los cañones de sus buques. Pero Vernon tiene un problema: la artillería de las murallas de la ciudad, del castillo de San Felipe y de El Boquerón, el encajonamiento de las aguas interiores, y la escasez de fondo marino adecuado, disuade al vicealmirante inglés de empeñar con la necesaria intensidad sus poderosos navíos.

 

Así que Vernon se muestra intransigente. Aunque la situación de las tropas es cada día peor y los enfermos se están incrementando en gran número, no está dispuesto a proporcionar apoyo artillero naval masivo porque ello conlleva arriesgar demasiado sus navíos, que caerán dentro del radio de acción de los cañones españoles. Únicamente concede que el apoyo lo hará sólo puntualmente.

 

Para Vernon el asalto al castillo desde un frente era un suicidio, por lo que se decidió a dar la vuelta a la fortaleza y asaltar por la espalda a los españoles. Para ello, las tropas se fueron preparando, tomando posiciones, atravesando la selva, acercándose hacia el castillo. Al fin llegaron a la posición acordada y los ingleses se dispusieron para el ataque.

 

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ARRIBA, Carte Topographique de la Baye, Ville et Faubourg de Cartagene Avec les Forts et Batteries Nouvellement Etablies pour Servir a sa Deffese: Le Tout detaillé par des Plans Particuliers tirés d'après Plusieurs autres levés sur les lieux, l'on y a joint une Carte Marine reduite pour servir à l'intelligence des affaires présentes d'Amerique oú sont marqués les côtes des Pays bas, d'Anglaterre, de France, d'Espagne, d'Afrique, et d'Amerique, avec les routes que tiennent les Vaisseaux Pour y aller et revenir. 1741 Par Mr. de Beaurain Geógraphe Ordre. du Roy; Durand Sculp.

Plano fechado en 1741 y editado en París, obra de Jean de Beaurain. Representa la defensa de Cartagena de Indias frente a la ofensiva inglesa. Se reflejan cuatro de las fortificaciones españolas.  A la DERECHA, un detalle del mismo plano mostrando un detalle de la ciudad, sus murallas, revellín (con la batería de la Media Luna en su extremo de Getsemaní)  y castillo de San Felipe de Barajas.

Biblioteca Nacional de España

 

Mientras tanto, y ya curado de sus heridas, es llevado a San Felipe de Barajas Juan Fernandinho, el soldado desertor que provocó una disputa entre Eslava y Lezo. Se celebra un juicio sumarísimo y es ejecutado en la horca. Su cuerpo es expuesto en las murallas del castillo a la vista de todos. Esta vez Eslava se inhibe y no se opone a Lezo.

 

Y entonces, a los británicos les ocurrió algo cuando ultimaban los preparativos de su ataque: hicieron dos prisioneros, desertores españoles, los cuales para pasarse de bando llegaron corriendo hacia las filas inglesas. Los ingleses aprovecharon para sacarles toda la información posible sobre la situación de la fortaleza que iban a asaltar: la posición exacta de defensas, el número de defensores, las reservas en municiones, el poder de fuego de la artillería, los lugares más débiles de la fortaleza, la moral de la tropa, los víveres con que contaban, etc. Los desertores respondieron a todas sus preguntas y facilitaron valiosa información a los británicos.

 

Pero la información que estaban dando era falsa.

 

Nuevamente don Blas de Lezo daba muestras de su ingenio y su valía: los desertores eran, en realidad, dos hombres de su confianza que envió hacia el campamento inglés y que darían falsa información a los ingleses, tendiéndoles una trampa. 

Detalle del castillo de San Felipe de Barajas en la actualidad.

 

 

( … ) Tengo que pediros que corráis hasta las filas británicas y que, una vez allí, os hagáis pasar por auténticos desertores. Es de vital importancia que os crean, que no duden de vuestras intenciones. Les contaréis que en nuestras filas la moral está muy baja, que apenas quedan hombres para el combate y que, previendo la inminencia de la derrota, habéis decidido dar este paso. Diréis que, aunque amáis a vuestra patria, tenéis mujer e hijos, y que no podéis dejarles solos y desamparados. Y como prueba de buena voluntad y de la sinceridad de vuestras palabras, os brindaréis a conducirles hasta la que les diréis que es la parte más accesible y fácil de las murallas de San Felipe ( … ) Si aceptan vuestra propuesta, les llevaréis hasta el muro oriental del castillo, el lugar en donde hemos abierto el foso. ¿Me comprendéis? Es de capital importancia que el grueso del ataque se dirija por ese lado. Es muy probable que no os crean y que os ejecuten de inmediato, sin atender a vuestras razones. Pero el bien de Cartagena y de sus habitantes y la defensa de la Corona de España precisan de vuestra colaboración, incluso hasta este extremo: es necesario que lo intentéis ( … ) 

RECREACIÓN LITERARIA. El héroe del Caribe. J. Pérez-Foncea, Editorial LibrosLibres. 2012.

 

El 19 de abril, día en que hubo una copiosa lluvia, el virrey Eslava había colocado 200 soldados de refuerzo en las murallas de Getsemaní. Un refuerzo de infantería que, en caso necesario, defenderá las murallas de los ataques de infantería inglesa que necesariamente lo hará por ese lado.

 

Don Blas solicita al virrey que envíe a San Felipe de Barajas más hombres, todos los disponibles que pudiera enviar, pero sobre todo quería a sus marinos, los que aún quedasen dentro de los muros de la ciudad. Se ordena a todos los civiles que se refugien dentro de la ciudad vieja. Don Blas intuye que está muy próximo el momento decisivo y está dispuesto a jugarse sus restos.

A Prospect of Carthagena, Taken from Madre de la Popa, obra de William Henry Toms, grabado editado en Londres en 1743.

 

Es un grabado muy bonito, pero raro, poco realista, y con errores evidentes, aunque nos permite tener una perspectiva de Cartagena de Indias desde la altura del cerro de La Popa. En el extremo inferior izquierdo se representa el campamento inglés. A la izquierda vemos un buque (que el autor identifica como el Galicia, que había sido apresado en Bocachica) bombardea fortificaciones defensivas, que responden al fuego. Frente al buque inglés se representa la línea de barcos españoles barrenados en el intento de impedir el paso a los ingleses. Junto a la ciudad aparece representada una embarcación francesa que se mantuvo en la ciudad durante la batalla. Desde el campamento inglés se observa el camino que conduce al cerro de San Lázaro, coronado por el castillo de San Felipe de Barajas y, tras él, apenas visible, está el revellín protegido en su acceso a Getsemaní por la batería de Media Luna. Detrás, la ciudad vieja. ABAJO, dos detalles del grabado. Con el número 7 el autor identifica al fuerte de El Boquerón, también llamado El Pastelillo, que el autor denomina "Pastorilio".

 

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Ese mismo día, tras el pertinente consejo de guerra, los británicos optan por iniciar el asalto a la fortaleza al día siguiente, 20 de abril. Tras estudiar la información de los dos supuestos desertores españoles, deciden lanzar un asalto en dos columnas. El avance conjunto se realizaría de noche, al sur del castillo. Una columna realizaría el grueso del ataque en el lado este. Al frente irían los esclavos jamaicanos armados con machete y los granaderos. Los jamaicanos tendrían que ir despejando el camino de vegetación para facilitar la progresión de las fuerzas. Y se atacaría de noche para dificultar la acción de la artillería emplazada en las murallas de Getsemaní y el propio castillo,  además de dificultar la de los defensores, que no dispondrían de visibilidad adecuada. Como había foso y debían coronar las murallas, las tropas tendrían que ir pertrechadas de escaleras, garfios y escalas adecuadas.

 

El lado este del castillo era, según la información de los supuestos desertores españoles, el más deficiente en defensas y fortificaciones. Por tanto, el más sencillo de conquistar. Lo que no dijeron los supuestos desertores es que dicho lado era el más empinado y de más difícil acceso.

 

El lado oeste, al que se dirigiría la otra columna, sería atacado por los colonos norteamericanos con varias compañías de granaderos en cabeza.

Ataque a San Felipe de Barajas.

Elaboración propia.

 

Vernon era reacio a dar apoyo naval porque para ello tenía que internarse en un estrecho canal en el que estaría a merced de la artillería de la fortaleza, que dominaba la zona con sus cañones, y demás fortificaciones. Pero a las tropas les exigió rendir, además de San Felipe de Barajas el fuerte de El Boquerón. La noche del día 19 de abril siguieron desembarcando tropas inglesas que, según se había decidido, atacarían al día siguiente.

 

Da la sensación de que Vernon no tenía una idea del todo clara, pues vemos que dispersaba objetivos al exigir la rendición de puestos que en esos momentos eran secundarios; incluso sopesó la captura del pequeño grupo de españoles que habían quedado aislados en una playa desde el día en que los suyos habían realizado el desembarco y realizado su avance.

 

El castillo de San Felipe de Barajas estaba defendido por 300 hombres de los que 200 eran marineros y artilleros navales de Lezo. Este grupo lo comandaba el teniente de navío Manuel Moreno. El castellano era el coronel de ingenieros Carlos Desnaux. Los demás eran soldados veteranos y un grupo de milicianos. En las trincheras, Lezo dispuso otros 600 hombres. Todos ellos esperaron la inminente ofensiva a gran escala que realizarían los enemigos.

 

Al empezar el día 20 de abril, siendo las 3:00 horas, inician los británicos la marcha. Objetivo: asalto al castillo, a cuyas inmediaciones llegarían poco después. Desconocían lo que les esperaba entre la oscuridad. Hacía 35 días que los británicos disparaban sus cañones sobre Cartagena de Indias y sus posiciones defensivas. Demasiado tiempo sin haber conquistado la ciudad. Habían tardado casi tres semanas en pasar Bocachica donde habían sufrido un inusitado desgaste frente a la resistencia que allí les planteó Don Blas de Lezo.  Y ahora, en su actual ataque al último bastión, del que el general Thomas Wentwort se quejó a Vernon por la escasa o nula cobertura prestada por la artillería naval, lo llevarían a cabo nada menos que 4.000 hombres divididos en dos columnas. De ellos se lanzaron 3.200 y se dejó una reserva de 800 hombres.

 

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En primer término, el castillo de San Felipe de Barajas. Tras el castillo, revellín y batería de la Media Luna en las murallas de Getsemaní. El grupo de barracones que se ve en primer término a la izquierda no era un núcleo urbano sino el lugar donde se aislaban los leprosos. En la reconstrucción virtual se ha reflejado incluso la vegetación existente en la época.  La imagen, cortesía del Museo Naval de Madrid, es un fotograma del video Blas de Lezo. Las fortificaciones de Cartagena de Indias, propiedad de la Fundación Museo Naval. Todos los derechos reservados.

 

 

Wentworth consideraba un grave problema no derribar las murallas del castillo como se había hecho en Bocachica con el castillo de San Luis. Vernon había ordenado “ablandar” las posiciones españolas, pero al poner a sus embarcaciones dentro del radio de acción de los cañones españoles de las murallas, del fuerte El Boquerón y del propio castillo de San Felipe ---un coloso con artillería servida por los marineros de Lezo--- recibieron un tremendo fuego cruzado que les obligó a retirarse con daños considerables en sus navíos.

 

God damned, it’s the same bastard ! , farfullaría entre dientes el vicealmirante Vernon.

 

Además, sus disparos sólo alcanzaban las trincheras, difícilmente a las murallas del castillo, mientras que los artilleros de Lezo obtenían mayor efectividad estando en posición más elevada, contando con el apoyo ya dicho de otras baterías.

 

Así que Vernon no quiso seguir exponiendo lo que quedaba de su flota: decidió no moverse de posiciones fuera del alcance de los cañones españoles. No continuaría arriesgando una flota que ya estaba averiada en exceso. Ordenó que si había que bombardear se haría con morteros desde la isla de Manga.

 

Los ingleses, que de repente parecían surgir a centenares desde debajo de las mismas piedras, comenzaban a ascender la suave pendiente de la colina en perfecto orden de combate.

El héroe del Caribe. J. Pérez-Foncea, Editorial LibrosLibres. 2012.

"Casacas rojas" en formación. Hay también un grupo de soldados escoceses. Esta recreación en vivo de la infantería inglesa en el siglo XVIII es algo posterior a la Guerra del Asiento, pues corresponde a la Guerra de Independencia de EE.UU.

 

La columna de la derecha, al mando del coronel John Wynyard llegó cuando empezaba a amanecer, por lo que había perdido el factor sorpresa. Se desvió hacia donde el terreno era más escarpado. En este numeroso grupo de tropas estaban incluidos los marines al mando de William Gooch, es decir, los colonos virginianos donde servía como oficial Lawrence Washington. Entre la tenue claridad, los soldados españoles situados en las posiciones más avanzadas de las trincheras observan vagamente un grupo humano acercándose. No dudan en abrir fuego. Los soldados británicos más avanzados se ven obligados a buscar protección en las irregularidades del terreno, desde donde responden al fuego. En medio de la confusión creada, los dos supuestos desertores españoles escapan tras haber cumplido su misión de llevar a los ingleses al lugar conveniente. Todos los defensores españoles pueden escuchar los disparos de fusilería, por lo que todos quedan alertados para la acción.

 

Los ingleses consiguen con gran dificultad desplegar muy parcialmente sus unidades. La fuga de los dos supuestos desertores deja a buena parte de las unidades inglesas sin guía, desorientados por el desconocimiento del terreno. Un numeroso grupo de ingleses va a parar a una quebrada inaccesible. El ataque inglés se encuentra paralizado. Las unidades, indecisas.

 

De repente, los ingleses se ven bajo mucho fuego procedente del castillo y no tienen más opción que intentar el asalto directo mientras los disparos españoles hacían mella en sus filas. Los defensores disparaban con todo, bala de cañón, metralla, fusiles y pistolas, a toda sombra que se moviera. La oscuridad reinante y el terreno impide a los ingleses llevar a cabo un fuego eficaz.

 

El fuego de San Felipe de Barajas contra las columnas inglesas fue acompañado por los cañones de las murallas de Getsemaní y del fuerte de El Boquerón, que no había sido tomado por los ingleses. En la oscuridad el fuego igualmente tendría que ser un problema para los españoles, pues si era de noche lo era para todos, pero los ensayos realizados en los días previos habían permitido calcular las derivas y ángulos de tiro de las piezas, siendo posible que las cuales estuvieran dotadas de esas rampas ideadas por Lezo y que con mucho acierto habían sido ya profusamente empleadas en Bocachica. Esta efectividad en los disparos, aún en el caso de que no produjeran todo el daño esperado entre las filas inglesas ocasionándoles muchas bajas como se pretendía, sí conseguía producir un enorme efecto moral sobre los atacantes.

 

Con mucho esfuerzo, y tras abandonar muchos de los ingleses parte de las escalas, cuerdas y garfios para poder coger sus fusiles, finalmente consiguieron llegar a los pies de las murallas tras haber ido dejando atrás muchos compatriotas muertos, cumpliendo así la orden del coronel Wynyard. Pero cuando llegaron ante ellas comprobaron que las escalas que habían preparado se quedaban cortas debido al foso que Don Blas había ordenado profundizar. Para colmo, no todas las murallas tenían la misma altura pues la base de la muralla se asentaba en terrenos de consistencia dispar. Añádase la situación física en la que llegan a la base de la muralla los ingleses que lo consiguen: extenuados y calados por la humedad.

 

En esas circunstancias era imposible sobrepasar el empinado obstáculo. Ante el nutrido fuego español, casi todas las escalas y demás pertrechos fueron abandonadas por los soldados ingleses para poder coger sus fusiles mientras que los españoles disparaban constantemente contra ellos causándoles muchísimas bajas.

 

William Gooch's American Marines in the attack on Fort San Lazaro at Cartagena in 1741. Dibujo a tinta de Arman Manookian fechado en 1720. Honolulu Academy of Arts.

 

La otra columna corrió una suerte aún peor tras un duro combate. Penetró en el radio de tiro de los cañones españoles y fracasa igualmente en su ataque, cayendo herido su comandante, el coronel Grant. Se cuenta que antes de morir este coronel, en alusión a los falsos desertores españoles que habían guiado fatalmente a los inglese, dijo: El general debería ahorcar a los guías y el rey debería ahorcar al general. Los ingleses fueron mantenidos a raya.y tan sólo pequeñas unidades de granaderos ingleses consiguen iniciar el ascenso a las murallas, apoyados por el limitado fuego de algunos mosquetes. Desde las troneras del castillo los defensores los abaten con facilidad, incluso a los asaltantes que esperaban a pie del castillo su turno para subir. El fuego de los españoles estaba provocando una carnicería entre los asaltantes.

 

Los sorprendidos mandos de la tropa inglesa dudaban qué hacer. Protegiéndose los soldados entre las irregularidades del terreno y en la escasa claridad de la madrugada, el arraque inglés queda inmóvil e indeciso. Pero en esas condiciones no pueden permanecer mucho tiempo. Deciden apresuradamente enviar sus soldados a escalar la estibación norte del cerro de San Lázaro, donde nuevamente fracasaron dejando allí 450 muertos y 100 heridos graves.

 

El coronel de ingenierios Carlos Desnaux, destinado en el castillo de San Felipe de Barajas, relató que “… por el frente que mira al norte llegaron hasta la batería baja; pero con el fuego continuado de la tropa y artillería que estaba apostada en el hornabeque y cortaduras, después de tres horas de porfiado combate, no adelantaron ni ganaron puesto alguno… “

Cañón con su cureña en la actualidad situado en las murallas del castillo de San Felipe de Barajas

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Se había conseguido lo que más convenía a los españoles: que el lado sur, defendido por las trincheras y el propio castillo, fuese el lado al que los británicos destinaran menos efectivos; habiendo fracasado el asalto en los demás lados del castillo, ahora el asalto a las trincheras eran la única opción que les quedaba a los ingleses. Una consecuencia de esto es que la artillería británica se ve obligada a variar el objetivo de su fuego  de manera que en lugar de disparar a romper las murallas del castillo y ablandar sus defensas tiene que disparar para ablandar las posiciones atrincheradas españolas que habían sido bien diseñadas por don Blas.

Los ingleses atacan el lado sur sin tener una idea muy clara de lo que estaba ocurriendo en las otras laderas del castillo. No podían verlo y menos con la oscuridad, casi ya a la media luz de la madrugada. Ocurría que, mientras ellos atacaban la ladera sur, en los otros lados sus compatriotas estaban siendo masacrados, como hemos visto anteriormente. Al acercarse a las posiciones españolas, los defensores los reciben con un intenso fuego de fusilería y los ingleses apenas consiguen avanzar hacia las trincheras. Los infructuosos esfuerzos de los hombres del coronel Wynyard en los otros lados del castillo hicieron que ordenara un repliegue hacia el sur para apoyar este otro asalto a las trincheras.

 

Transcurre el tiempo y van agotándose las fuerzas inglesas. Los asaltantes están sufriendo un tremendo desgaste mientras arrecia el fuego de los defensores españoles.

 

Para algunos autores este primer arreón inglés se saldó con unos 1.500 muertos, para otros resulta una cifra bastante menor. En cualquier caso los defensores resistieron y defendieron su posición a pesar de su enorme inferioridad numérica. Tras este ataque, Vernon se inquieta ante la posibilidad de perder una batalla que minutos antes parecía ganada. Pero aún no se daba por vencido (y en eso llevaba razón porque aún no se había acabado la acción): planeó una nueva embestida.

 

El general Wenworth envió entonces los 800 hombres de refresco para continuar el avance. Pero ahora, habiendo fracasado en otros lados, el combate se centraba en un solo flanco: las trincheras.

 

¿Qué estaba pasando? Pues pasaba que después de haber vendido la piel del oso antes de cazarlo, cuando finalmente llegó la hora de la verdad, los ingleses están cayendo estrepitosamente y su avance se frena en seco ante los muros del castillo. No pueden hacer otra cosa que mirar con cara de pasmo mientras son acribillados. La batalla había dado un giro inesperado en el que tiene mucho que ver el ingenio de un hombre, aquel al que llamaban “almirante Patapalo”. Les queda a los british tan sólo la última carta, el asalto final.

 

Después de horas de combate se solicita por parte española un alto el fuego para hacer oración. Los ingleses, aunque perplejos, acceden y respetan la momentánea interrupción de los combates. Al fin y al cabo ellos, los british, en mucha mayor medida que los españoles, necesitaban un buen respiro.

 

En el campo de batalla se hace un silencio sepulcral. Pero la función aún no ha terminado y muy pronto volverán a sonar clarines llamando a la batalla que se llevará consigo a muchos hombres.

 

Se reanuda la contienda.

Infantería británica del siglo XVIII en posición de realizar una descarga de fusilería. Recreación histórica en vivo.

 

 

Los británicos llaman al asalto con toque de corneta y se lanzan nuevamente. Han colocado en vanguardia a sus temidos granaderos con la bayoneta calada. Se aproximan a las últimas trincheras españolas. La artillería inglesa deja de disparar para no mermar las filas de su propia tropa, dada la proximidad con los españoles.

 

El avance inglés por la ladera se hace lento. El zig-zag de la trinchera presenta múltiples flancos defensivos que cogen a los asaltantes entre varios fuegos.

 

Desde el castillo se dispara en apoyo de los defensores atrincherados. El empuje inglés, poco a poco, va perdiendo fuerza. El fuerte sol, abrasador, contribuye a disminuir la contundencia de los asaltantes.

 

Descargas de fusilería. Zumban las balas.

 

Los españoles más avanzados se repliegan un tanto hacia arriba.

 

Los ingleses, a costa de un esfuerzo descomunal y numerosas bajas, consiguen llegar penosamente hasta las trincheras.

 

Los defensores empiezan a verse desbordados ante la superioridad numérica inglesa.

 

Disparos a bocajarro. Luchas a  bayoneta calada.

 

La trinchera española resiste, pero se ve rebasada en algunos puntos. Corre el riesgo de romperse.

 

Ya hay luchas próximas casi en la misma puerta del castillo de San Felipe de Barajas.

 

Llega así el momento más crítico de la batalla.

 

El momento decisivo, la oportunidad.

 

Conviene aprovechar el golpe psicológico que han sufrido los ingleses en su fallido intento de asalto al castillo y las enormes dificultades que están encontrando, y se toma una decisión del todo inesperada: se da orden a los 200 marineros defensores que quedaban en el interior del castillo defendiendo las murallas y sirviendo los cañones, es decir, toda la tropa disponible, que calen bayonetas y salgan a la carga.

 

Desnaux, buen militar, sabía muy bien lo que esto suponía: algo a un mismo tiempo tan sencillo y sublime, tan grandioso, como era el jugarse el todo por el todo.

 

Victoria o derrota. Ganar o perder. Vivir o morir …

 

--¡Señor! ¡Son los últimos hombres de la fortaleza! ( … )

--Lo sé perfectamente, coronel. Haga lo que le ordeno--  Esta vez la voz de Lezo ya no solo sonó firme, sino de todo punto irrevocable.

(Recreación literaria). El héroe del Caribe. J. Pérez-Foncea, Editorial LibrosLibres. 2012

Se abre la puerta del acceso al castillo y los ya muy fatigados ingleses se ven sorprendidos justo en ese momento más crítico de la batalla por la frescura y fiereza de 200 hombres dispuestos a acabar con ellos, a los que se suman los defensores que aún resistían en las trincheras. Los ingleses, que al cansancio han acumulado también cierta desmoralización tras el fracaso de su primer arreón, son desbordados por el ímpetu de los marineros de Lezo, que parecían poseídos. Cargan con todo: fusiles, dagas, pistolas. A la bayoneta calada, furibundos, atropellan y desbaratan las filas británicas, arrollan a cuantos enemigos tuviesen la desdicha de cruzarse en su camino, provocando más y más muertos y heridos. Sin piedad. Los colonos americanos sobrevivientes abandonan la cima del cerro y se dirigen a toda velocidad cuesta abajo. Lo que aún quedaba de la tropa de choque inglesa, los afamados y selectos granaderos, es literalmente barrida: sólo quedaron vivos 14 de ellos.

 

Vernon, Wentworth, Wynyard y los demás altos mandos ingleses, atónitos, no salen de su asombro.

 

Desde las murallas de Getsemaní, el virrey Eslava, en compañía del gobernador Navarrete, no pierde detalle de lo que está sucediendo.

 

Tras una noche y una mañana dantescas los ingleses observan atónitos cómo los escasos defensores, lejos de mostrar un solo signo de debilidad, incluso se atreven inclementes a cargar contra ellos. El empuje es terrible. A saco. La visión de las bayonetas y los gritos de furor que las acompañan son demasiado para las ayer orgullosas pero hoy agotadas huestes de Vernon. La actitud de huida desesperada de unos ingleses se contagia a otros compatriotas.

El momento psicológico escogido para dar el golpe de mano no habría podido resultar más oportuno. El momento justo.

 

God damned, it’s the same bastard ! , mascullaría Vernon entre dientes.

 

Se generaliza el pánico entre los desordenados ingleses, lanzados en loca carrera ladera abajo, hacia algún lugar, hacia alguna escapatoria, hacia lo que creen la dirección de la playa, en desbandada. Muchos arrojan sus fusiles pero son igualmente cazados. En las filas inglesas se abre una gran brecha que no puede ser cerrada.

 

Expulsados de la posición que habían alcanzado, desorientados y perseguidos por la enfurecida tropa española, se chocan con compatriotas que, en medio del desconcierto, y pretendiendo una nueva oleada, iniciaban el ascenso por la misma ladera. Las filas inglesas, en definitiva, se han convertido en un caos.

 

( ... ) rechazados al fusil por mas de una hora y después de salido el Sol en un fuego continuo y viendo los enemigos la ninguna esperanza de su intento ( ... ) se pusieron en vergonzosa fuga al verse fatigados de los nuestros los que cansados de escopetearles se abalanzaron a bayoneta calada siguiéndoles hasta casi su campo ( ... )

Las fortificaciones de Cartagena de Indias: estrategia e historia. Las fortificaciones de la Plaza. Rodolfo Segovia Salas. 2003. Biblioteca Luis Ángel Arango, Banco de la República, Colombia.

 

Desde la ciudad, ordenada una salida por el virrey Eslava y comandada por el gobernador Melchor de Navarrete, llegan dos compañías, una de ellas de milicias, que se suman a la carga y embisten a la bayoneta sorprendiendo a los ingleses por el flanco. El frente inglés, o lo que queda de él, se encuentra estrepitosamente desmoronado por todos lados.

 

En cuestión de escasos minutos, el curso de las hostilidades había dado un giro de ciento ochenta grados. Las tornas habían cambiado por completo ( ... )

 (Lezo animando a sus hombres) -¡A por ellos! ¡Hasta el mar! ¡Que se suban a los barcos y no paren hasta Inglaterra!

(Recreación literaria). El héroe del Caribe. J. Pérez-Foncea, Editorial LibrosLibres. 2012.

 

La pavorosa huída de sus compatriotas de vanguardia había contagiado a todos los soldados ingleses, que perdieron la moral. Todos se suman a la estampida descontrolada. Wentworth ordena un repliegue. Imposible cumplirlo. La mayoría, ofuscada y desorientada, no entiende lo que está pasando. La desbandada inglesa continúa por los llanos de la cercanía del castillo. Muchos arrojan equipo y armas, palas, picos, pistolas, lo que fuese para salir de esa ratonera. O se rendían. La furia no daba tregua.

Infantería española del siglo XVIII realizando una descarga de fusilería. Recreación histórica en vivo.

 

Los había que buscaron el perdón de los españoles exclamando sin convicción “I am a catholic”. Otros buscaron escapar hacia las lanchas con la esperanza de alcanzar sus barcos. En pavorosa huída, unos tropezaban y caían, otros rodaban, a los de allá las ballonetas les raspaban las costillas. Los oficiales azuzan los caballos y galopan buscando el mar. Algunos, de rodillas, pedían clemencia. El caos dejó a muchos ingleses merced de los españoles, que no paraban de perseguirlos, provocando finalmente una masacre entre los asaltantes ingleses. Hubo ingleses no pudieron alcanzar las barcas y se arrojaron directamente al Caño de Gracia con la intención de alcanzar a nado sus lejanos navíos. Aquellos ingleses que no tuvieron la fortuna de escapar fueron hechos prisioneros.

 

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Derrota de los ingleses en Cartagena de Indias.

Grabado del siglo XIX. Autor: Múgica C. Museo de Historia, Madrid.

 

 

De inmediato, Don Blas propone al virrey enviar un destacamento de 300 hombres hacia el Playón, el lugar donde muchos enemigos esperaban ser recogidos en lanchas. Con esa carga posiblemente hubieran escapado vivos muy pocos ingleses, o casi ninguno, pero Eslava, temeroso de una emboscada, no la autorizó. Al encontrarse unidas las fuerzas del castillo con las enviadas desde Getsemaní, Eslava ordena detener el ataque y retornar a las trincheras y fortificaciones. No fue una decisión adecuada: después de un combate favorable la práctica militar indica que ha de pasarse a la fase de explotación del éxito.

Imagen actual de Cartagena de Indias en una ftografía tomada desde el castillo de San Felipe de Barajas. Al fondo, el barrio de Getsemaní con sus murallas. Al fondo a la izquierda, el moderno "skyline" de la ciudad en la zona próxima a Bocagrande. En primer término, al pie de las murallas del castillo y en una de las zonas donde se combatió en 1741 (que entonces era lugar de mucha vegetación y arbolado) hay una plaza de forma ovalada y suelo rojizo en la cual podemos entrever la estatua dedicada a Blas de Lezo.

 

 

Al finalizar aquel día 20 de abril de 1741 los alrededores del castillo de San Felipe de Barajas eran el escenario de un dantesco espectáculo en el cual se mezclaban muertos, mutilados, heridos por doquier y algunos supervivientes desorientados, espectros vagando sin rumbo, penosamente, alrededor del castillo.

 

El ímpetu de los españoles los llevaría después a La Popa, con intención de capturar el material de guerra que los ingleses hubieran conseguido instalar allí. Izaron en lo alto la bandera española, rindiéndole honores. Los británicos, para minimizar la idea del daño sufrido, dijeron que tuvieron unos 170 muertos solamente y menos de 500 heridos. En realidad, los alrededores del castillo de San Felipe estaban sembrados de cadáveres ingleses. Allí los ingleses perdieron alrededor de 2500 hombres (en el primer asalto, según algunos autores, hubo unas 1500 bajas inglesas).

 

Por parte española se había encauzado magistralmente el ataque inglés hacia el punto que convenía, rechazándolo con contundencia y brillantez, y se había tomado una decisión que había dado la vuelta a la batalla. Y a la guerra.

 

El cerco a Cartagena de Indias continuaría aún más tiempo durante largos e inacabables días, pues los ingleses insistirían en lanzar bombas, pero, de facto, el cerco había terminado. Cuestión de tiempo. Lo ocurrido ante San Felipe de Barajas es una muestra más de la tenaz resistencia que se había ofrecido en cada batería, fuerte o castillo dispuesto a defenderse. El orgulloso y engreído Sir Edward Venon comandando miles de hombres y usando una enorme superioridad humana, artillera y naval, era incapaz de doblegar una ciudad defendida por algunos centenares de spaniards capitaneados por un almirante tuerto, manco y cojo que, encima, no se entendía bien con un virrey que disponía de escasos recursos para defender la plaza.

 

Es la cruda realidad para Vernon.

 

¿Qué iba a pasar en Inglaterra a donde había enviado buenas noticias en la confianza de una victoria previsible?

 

Aunque los españoles aún no lo supieran, los ingleses ya no estaban en condiciones de emprender un nuevo asalto. La victoria era, claramente, española. La clave del triunfo se encuentra en las ingeniosas estratagemas que minaron la obvia ventaja británica inicial que disminuyeron y frenaron el ímpetu de la fuerza inglesa. Avanzado el mes de abril los ingleses estaban muy diezmados e impotentes para continuar cualquier asalto de entidad. Nada podían seguir haciendo allí excepto morir.

Jueves 20

Este dia alas tres y tres cuartos dela mañana los enemigos atacaron el Cerro de san Lazaro por la parte que mira ala quebrada del Cabrero; ocupaban este Puesto cinco Piquetes dos de Marina y tres de Aragon, y España el fuego fue grande de una parte y de otra [ … ] y viendo que de la Media Luna la jente de mar hacia gran fuego con la Artilleria, subi aquella batería para que lo suspendiesen, respecto de no ser de dia y reconocer que el fuego de nuestra Tropa y la delos enemigos estaban muy inmediatos [ … ] hasta que aclaró, que se continuó con bastante estrago delos enemigos, hize marchar [ … ] doscientos hombres de mar con sus oficiales todos armados  [ … ] se fue manteniendo el fuego con los Piquetes que suvieron [ … ] Alas siete los enemigos uyeron precipitadamente, abandonando sus escalas, algunos manteletes, sacos de Estopa, Palas, Picos, y muchos Fuziles, dexando la quebrada por donde atacaron llena de muertos, y heridos [ … ] fue tan precipitada la fuga de los enemigos y la confusión que manifestaron, que propuse a D Seuastian de Eslaua se hiziese vn destacamento de trescientos hombres por debajo del Cerro acortados en el Playon, con cuia providencia se hubieran escapado muy pocos, pero no asintió. El numero de jente que los enemigos enviaron para el ataque feron quatro reximientos de ochocientos hombres cada uno, y se vieron venir ala mitad de la función para sobstenerlos, como en numero de quatrocientos os que huyeron desde la entrada del Playon, asi que el Castillo de San Lazaro les hizo fuego con el Cañon, este feliz subseso no esperado, según lo consternado, que estaba la tropa, no lo debemos atribuir a causa humana, sino alas misericordias de Dios, porque en lo natural debian con la fuerza que trajeron y la poca que havia en el Cerro, haverse hecho dueños de el, como no lo dudaron según la relacion de desertores, y Prisioneros, los quales también aseguran que todos los granaderos que vinieron ala función solo volvieron catorze. Que tienen muchos enfermos y falta de viveres, toda la noche dispararon muchas Bombas.

Diario de Lezo

El desastre inglés era tan contundente e increíble que Lezo en su Diario refiriéndose a la victoria española no la atribuye a causa humana sino “a las misericordias de Dios”. Lo realmente milagroso es que entre los defensores españoles solo se contaran unas 40 bajas entre muertos y heridos. Un dato que nos indica la perfección con que se ejecutó la rotura del contacto con el enemigo y la excelente elección del momento para realizarla.

Patio del castillo de San Felipe de Barajas, que en 1741 era el bonete, la parte más alta del enorme edificio actual. Al fondo, difuminado, un paisaje de Cartagena de Indias.

 

Los soldados británicos, hundidos física y moralmente, empezaron a mirar a Cartagena de Indias como una montaña imposible de escalar. Nunca imaginaron la ferocidad de los defensores. En su empeño por conquistar la ciudad desde el 13 de marzo cuando aparecieron sus primeras velas frente a Cartagena de Indias habían perdido cerca de 4.000 hombres. La plaza les resultaba inalcanzable dadas sus nulas posibilidades de apoderarse de la fortaleza de San Felipe de Barajas, cuyos cañones y fusilería les causaban muchas bajas por su efectividad y que, con el apoyo de otras posiciones artilleras había resistido el envite inglés. En resumen, más de un mes de asedio y usando amplios medios pero sin haber conseguido entrar en la ciudad.


La falta de víveres, sumada al agotamiento, hacía mella entre la tropa y las enfermedades estaban causando estragos. El número de enfermos se multiplicaba porque Vernon, en su afán por conquistar cuanto antes la ciudad, había descuidado enterrar a los muertos incluso desde las primeras acciones en Bocachica, muchos días atrás. La descomposición de los cuerpos insepultos era un caldo de cultivo que multiplicaba el efecto de las enfermedades.

Viernes 21

Continuan las Bombas  [ … ] se dispuso el hacer un trincheron amanera de herradura hazia la quebrada, obras que devieron estar hechas, de que se reconocio el intento delos enemigos   [ … ] Los enemigos han desembarcado oy morteros y alguna jente y segun sus movimientos y disposiciones se recela vuelvan esta noche a hacer segundo ataque [ … ]

 

Savado 22

[ … ] a las ocho dela noche empesaron hacer fuego con dos Morteros por tierra, dirijiendose las Bombas al Castillo y ciudad y lo mismo hacian delas bombardas.

 

Domingo 23

Este dia continuaron las Bombardas su fuego, y no ocurrio otra cosa particular.

 

Lunes 24

Pidieron los enemigos se les permitiese pasar a curar sus heridos se les concedio [ … ] le propuse fuesemos a reconocer los sitios dela huerta de Balsain, y Gaviria en donde estan las ultimas abanzadas, y que se quemasen aquellas chozas, y texares, y se desmontase, quel monte porque al abrigo de el podrian los enemigos volver atacar el Cerro, como lo hicieron antes, por fin a pura instancia lo consegui, y fuimos hasta encontrar con dos centinelas abanzados delos enemigos, quienes nos dispararon algunas Bombas de su Bateria de tierra, y nos retiramos con el Ingeniero que también vino a este reconocimiento.

Diario de Lezo

Los británicos se ven obligados a una petición de alto el fuego: solicitan una tregua para recoger muertos y heridos. El virrey Eslava concede tiempo para recoger los muertos pero los heridos quedarán prisioneros. Recogieron unos 600 cadáveres, entre ellos, más de 40 oficiales. Dejaron muchos centenares de muertos sin recoger. Las armas y pertrechos que los ingleses dejaron abandonadas se cuentan por millares: fusiles, bayonetas, pistolas, picos, palas, etc. Los españoles llevaron a la ciudad unos 400 ingleses heridos que fueron hechos prisioneros. Algunos de ellos relataron a las autoridades españolas que hasta la fecha habían perdido alrededor de 2.500 hombres por las enfermedades. Desde la noche del día 20 hasta la tarde del día 21 de abril hubo algunos combates aislados. Después los británicos solicitaron nueva tregua para proceder a un canje de prisioneros, a lo que accedió Eslava. Se fijó el día 30 como fecha para efectuar dicho canje.

Vista parcial actual de la zona llamada La Quinta en la que los británicos establecieron su campamento.


Como anota Don Blas en su Diario, durante esos días los británicos insistían en bombardear las posiciones españolas mientras que a Lezo, con prudente desconfianza en la retirada inglesa, le preocupa asegurar sus posiciones con trincheras.

 

Los dos máximos comandantes de las tropas españolas, Eslava y Lezo, incluso se permiten el peligroso lujo de alejarse de sus propias líneas para aventurarse a reconocer el terreno a caballo y casi se meten entre las líneas enemigas, lo que da idea de la desmoralización y confusión inglesas.

 

Edward Vernon, incapaz de reaccionar ante una derrota con la que no contaba, mantiene la artillería disparando inútilmente contra la ciudad. Bombardearon el arrabal de Getsemaní, pero las baterías del castillo de San Felipe, murallas, y fuertes de Manzanillo y El Boquerón, seguían activas y respondían al fuego, lo que resultaba demoledor para la moral de las tropas inglesas. Una de las bombas cae en la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles y casi destruye el almacén de pólvora que se había habilitado bajo la bóveda de la capilla. El día 22 los british realizan un intento de tomar Manzanillo, pero son rechazados por los defensores. Intentaron los ingleses hacer bombardeos masivos desde los navíos, pero nada consiguieron. Ya solo se atreven a lanzar bombas desde cierta distancia, sin acercarse a ninguna muralla.

Martes 25

Este  dia  continuaron  las  Bombas, y  Cañon  delos nauios  [ … ] se ha reconocido que estan recorriendo todos los Nauios de transporte dandoles pendoles y ceuo cuios indicios son de aprontarse para salir toda la noche ha continuado el fuego delas Bombas.

 

Miercoles 26

Oy continuaron el fuego delas Bombas, y se ha reparado, que los enemigos entran en Galicia por el conqq.ºr. y Dragon.

Diario de Lezo

El día 24, aquel día en que Eslava y Lezo corrieron peligro cuando quisieron reconocer "in situ" el terreno cercano a las líneas inglesas, ordena el general Thomas Wentworth que se formen las tropas para realizar un nuevo asalto al castillo.

 

Sin embargo, los soldados ingleses arrojaron las armas y se negaron a obedecer mientras que no fuera desmontada la artillería del castillo de San Felipe de Barajas, que tanto daño les había causado en el ataque anterior. La sedición fue atajada ejecutando a 50 hombres, pero el ataque se canceló. Pero esto no lo supieron los españoles hasta el día 30, cuando se realizó el canje de prisioneros que se había acordado días atrás.


Se produjeron deserciones entre la tropa británica; los desertores informaban a Lezo sobre los movimientos que estaban realizando sus compatriotas ingleses.  Así, el día 25 un desertor informa de que se ha reembarcado una parte de la artillería y de la tropa que ocupaba las inmediaciones de Castillo Grande. El día 26 hay preparativos para desmontar el campamento inglés.

 

No hay vuelta de hoja. Por mucho que Vernon quisiera negarse a aceptar la realidad, a su alrededor no podía ver otra cosa que un panorama absolutamente desolador: había perdido buques de guerra, la mayor parte de su flota presentaba daños considerables, faltaban hombres para marinar sus barcos y se vería obligado a hundir algunos de ellos por falta de tripulación, escaseaban viveres y suministros, había dejado en el campo de batalla miles de hombres muertos, centenares de prisioneros, cada día perdía decenas y decenas de hombres por enfermedades, sus oficiales cuestionan sus órdenes y, para colmo, la tropa que aún podía luchar le desobedece.

 

Cartagena de Indias se había convertido en un infierno en el cual no podía continuar pues de hacerlo sus hombres sólo tenían un destino: una muerte segura. Incluso la del propio Vernon.

Reconstrucción virtual de la llamada "Ciudad Heroica", Cartagena de Indias con sus murallas. En primer término a la derecha, el revellín por el extremo del cual se accedía a Getsemaní bajo la vigilancia de la batería de Media Luna.

 

Así las cosas, Vernon celebra un nuevo consejo de guerra a bordo del Princess Caroline (80), su buque insignia. Vernon, altivo y malhumorado, echa la culpa del fracaso de la invasión al general Wentworth. Los reproches vuelan como cuchillos entre los mandos ingleses. Las acusaciones son mutuas. Wentworth echa en cara a Vernon su negligencia por la falta de apoyo naval. Vernon explica que sus barcos han recibido mucho castigo y acusa a las tropas de tierra de torpeza a pesar de su superioridad numérica. Wentworth defiende el sacrificio enorme de sus tropas. Vernon reprocha ineficacia de la artillería de tierra. Wentworth indica que ya solo cuenta con 3.000 hombres desmoralizados y que no está dispuesto a enviarlos al suicidio mientras no se les garantice apoyo artillero naval. El ingeniero jefe de la artillería opina que un nuevo despliegue artillero exige utilizar 1.500 hombres de refresco además de una fuerza extra para protegerlos de las partidas guerrilleras españolas. El contralmirante Ogle no es partidario de un nuevo ataque naval porque cree que al acercarse los navíos a las fortificaciones españolas muchos marineros desertarían echándose al mar y alcanzando la costa a nado. Las desavenencias llegan a un punto insostenible.

The Thames and the City of London from Richmond HouseEsta obra, fechada en 1747 y firmada por Canaletto, ofrece una imagen de Londres a mediados del siglo XVIII. Mientras Vernon y sus hombres eran derrotados y morían en masa en Cartagena de Indias, hacia Londres navegaba la corbeta que llevaba noticias de lo que iba a ser una gran victoria, lo que sería motivo de grandes festejos.

 

Después de agrias discusiones, reproches y acusaciones cruzadas, los británicos no tienen otra que admitir que han de alejarse de Cartagena de Indias. No obstante, Vernon, irritado y decepcionado viendo cómo se le escurre de las manos la victoria, decide realizar un último y desesperado intento de castigar la ciudad y ordena introducir el navío Galicia (70), apresado en Bocachica en malas condiciones, para utilizarlo como batería flotante y abrir brecha en las murallas de Getsemaní, pero con orden de situarse fuera del alcance de los cañones de San Felipe de Barajas.

 

--¡General! ¡Debo decirle que ha desaprovechado usted una oportunidad irrepetible! Una oportunidad única, cuando los escasos españoles que quedaban en el castillo estaban prácticamente vencidos.

--¡Señor! Si los españoles han llegado a encontrarse prácticamente vencidos, no ha sido sino por el notable esfuerzo y la generosa energía derrochada por mis hombres, que, debiendo soportar las penalidades de una fatigosa lucha durante horas, bajo un sol abrasador, han conseguido plantarse ante las mismas puertas del castillo. Con todos los respetos, si no se han llegado a culminar con éxito las maniobras, ha sido única y exclusivamente debido a la falta de apoyo naval.

--Mire, Wentworth, esta discusión ya la hemos tenido antes. No estoy dispuesto a malgastar ni una palabra más en tratar de convencerle, empresa que considero imposible. Pero sí le voy a conceder algo: enviaremos a la Galicia a la bahía interior. Con sus bombas trataremos de castigar al castillo de San Felipe. Podrá ver usted con sus propios ojos el resultado. Al fin y al cabo, el navío que arriesgaremos es uno de los que fue arrebatado a los españoles. Si en tanto estima usted el esfuerzo naval desde la bahía, prepárese para ver el resultado. Puede retirarse.

(Recreación literarira). El héroe del Caribe. E. J. Pérez-Foncea, Editorial LibrosLibres. 2012 

Jueves 27

Amanecio la Galicia arrimada al Carenero a medio tiro de cañon de la Plaza, y empezo a hazer fuego, vatiendo el reducto, valuarte de Santa Isauel, y Boquete, sele correspondio de estos sitios, y de el de San Ignacio con dos Cañones solos respecto que los demas aun no estaban montados, ni puestas sus esplanadas desde que se hicieron los merlones, los enemigos desmontaron un cañon en Santa Isauel, rompieron otro de un balazo por el tercio, y a otro le quitaron un Muñon, en el reducto se revento uno, a otro, insalto el grano, que tenia.  Dixele a D Seuastian de Eslaua estos inconvenientes para que se remediasen pero todo se siente y nadie le puede dezir nada, como me subsedio anoche por haverle dicho que era menester tener cuidado desde Sta. Catarina hasta la Merced, porque por su Playa por varias partes se podia suvir en cima dela Muralla, y que los cañones que el año pasado puse para evitar este inconveniente, que flaqueaban toda aquella avenida los hauian quitado, y que solo hauia dos pero sin jente, ni providencia, y quando crei admitiese mi proposicion con agrado me respondio con displicencia que con veinte hombres estaba guardado aquel parage, reime, y callé. Esta mañana hallandome en su quarto, y viendo el fuego q hacia la Galicia le dije delante de D Carlos de Enaut Ingeniero maior, que era presiso hacer un trincheron con faxina y tierra, que coxadesde la muralla de san Francisco hasta el reducto de Jetsemani, para reforzarla, porque parece que este Nauio, quiere hazer brecha por este Parage, y lo conseguira por que el fuego  que  se  le  haze  por  falta  de estar  montada  la  Artilleria, y  puesta  en  su lugar es poco [ ... ] y viendo que callava D Seuastian de Eslaua dixele, junte V.E. los montunos y saque los doscientos  hombres  de  mar  de  San Franciscº  Con  Sus  oficiales y vayan  desde  luego  a  executar  este trabajo, tan  presiso [ ... ] respondio en la orden general de trabajadores, haré que comprendan ciento y cinquenta marineros para esta obra, como en efecto lo hizo asi, y sela dio al ayudante Palencia, alas once los enemigos cortaron los Cables ala Galicia, y se dexaron ir con la Briza sobre el Bajo del Manzanillo [ … ] y creo que los enemigos desisten ya de su empresa [ … ]  Alas tres volvi a reconocer los Valuartes, y halle estaban componiendo las embrazaduras del San Ignacio, y sirviendo la artilleria que estaba en la Plazuela dela compañía. Alas cinco vino  un desertor,  que  dijo  que  la  mitad  dela  tropa,  que se  halla  en la Quinta, se  hauia  embarcado con todo su tren [ … ] que son todos indicios de retirada visité esta noche a D Seuastian de Eslaua, qn. no dijo nada.

 

Viernes 28

Este dia los enemigos abandonaron la Quinta, texares y las trincher.ªs sin que con esta noticia y la de ayer se haya prazticado diligencia ninguna de caerles encima anoche ni esta madrugada. Esta mañana vino un prisionero [ … ] y confirmó la retirada delos enemigos de la Quinta, Texares, se abanzó nra tropa a ocupar aquellos Puestos en donde se han hallado muchos fuziles, cartuchos, armazones de tiendas, Machetes, Picos, hazadas, Carros y Viveres, todo loqual indica una precipitada retirada delos enemigos, y si se huviera destacado alguna tropa, sin duda huvieran conseguido el exterminarlos pero todo se dexa amañana [ … ]

 

Savado 29

Esta mañana alas seis y media volvió D Pedro de Elizagarate [ … ] y me enseño de 68 Prisioneros incluso 36 marineros, que tenia en esta Carzel [ … ] oy han pegado fuego los enemigos al navio la Galicia [ … ]

 

Domingo 30

Prosiguen los enemigos en volar el Castillo Grande, y el de Bocachica. Alas ocho vino un Bote delos enemigos con varias Lanchas, que conducen los prisioneros Españoles con cuia noticia dio  orden  el  Virrey  a D  Pedro de Elizagarate fuese  y  llevase  los  ingleses,  lo  que executó [ … ]

Diario de Lezo

El día 27 (no se pierda, lector, lo que apunta Lezo este día en su Diario) se acerca el que había sido buque insignia de Blas de Lezo por la zona donde estaban los restos de los navíos Conquistador (64) y Dragón (60), para bombardear por enésima vez más las posiciones españolas. Su avance fue apoyado por bombardas. Los cañones del barrio de Getsemaní responden al bombardeo. El Galicia (70), a pesar de que se batió bien mientras pudo, resultó prácticamente pulverizado, causando un incendio en el navío que, llevado por el viento, prendió en otras embarcaciones y material de guerra británico, acabando encallado al día siguiente, 28 de abril. La acción se salda con 72 nuevas bajas inglesas entre muertos y heridos. Días después, el 29 de abril, finalmente, los ingleses le prendieron fuego a lo que quedaba del navío porque debido a su ruinoso estado no se lo pudieron llevar cuando iniciaron la retirada, hundiéndose los restos del buque en la bahía cartagenera.

 

¿Cuál era el propósito de Vernon con esta acción? ¿Por qué la hizo? 

 

Posiblemente para humillar a Lezo, dado que el Galicia (70) había sido su buque insignia.

 

Quizás también para demostrar a los comandantes de la tropa de tierra, que criticaban sus decisiones, que era totalmente cierto que no había podido prestarles a las tropas de Wentworth el apoyo naval que él mismo hubiera deseado durante el asalto al castillo de San Felipe de Barajas a no ser que se pusiera en grave riesgo todo lo que quedaba de su escuadra de guerra. En corto: el apoyo artillero naval era imposible.

 

Sean las que fuesen las intenciones de Vernon para la suicida misión, esta acción de castigar al Galicia (70) es una muestra de resentimiento, impotencia y afán de venganza del vicealmirante inglés.

 

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

Retrato de Edward Vernon.

Este grabado apareció publicado en la obra A Complete History of England, de T. Smollett, primer volumen, publicado en 1759.

 

 

Como ya no se puede dar la espalda a la realidad, Vernon (no sin antes achacar a Wentworth la responsabilidad de la derrota) ordena el inicio del repliegue el día 28, como observa y anota Don Blas en su Diario.

 

Llegado el 30 de abril se procede al canje de prisioneros acordado. Uno de los prisioneros españoles liberados era el alférez Ordigoisti, que facilitó información de primera mano sobre la ruinosa situación británica.

 

Las pérdidas españolas hasta el momentoeran mínimas comparativamente frente a las británicas, ya que las habían sufrido los ingleses en Bocachica ascendían a unas 1.200 , mientras que en el ataque al castillo de San Felipe de Barajas el desastre inglés se cifraba en un mínimo de 1.500 bajas. Las enfermedades les habían causado al menos otras 2.500 bajas.


Confirmó el alférez Ordigoisti que las tropas británicas se negaron a obedecer a sus jefes cuando ordenaron un nuevo ataque al castillo de San Felipe de Barajas. Por la desobediencia fueron fusilados 50 soldados británicos para sofocar así lo que era ya un conato de rebelión. La orden del nuevo ataque, como vimos anteriormente, ocurrió el día 24 y la había transmitido el general Wentworth, aquel mismo dia en el que Eslava y Lezo corrieron peligro al alejarse de las líneas españolas. Este segundo ataque había sido ordenado por el propio Vernon pero, finalmente, no se realizó.

 

Vernon solicita un segundo canje de prisioneros en días posteriores así como permiso para que algunos de sus marineros bajen a tierra para abastecerse de agua. Eslava, viendo que los ingleses estaban destruyendo lo que quedaba de Castillo Grande, le contesta que no habrá agua mientras hubiese un barco inglés en la bahía y que si querían el preciado líquido tendrían que venir armados a por él. Traducido a jerga moderna: “lo llevas claro, inglés”.

 

Iniciada la retirada el día 28 los británicos habían llegado al final de su calamitosa aventura.

 

Pero el desastre aún no había acabado para ellos. Aumentaría aún más.

 

 

Virrey  Don Sebastián de Eslava y Lazaga

Mando supremo en la defensa

del virreinato y de

Cartagena de Indias.

Óleo de Joaquín Gutiérrez

Museo de Arte Colonial, Bogotá

Hecatombe inglesa

 

Durante el tiempo que los ingleses se dedicaron a demoler castillos en ruinas tras el fracasado asalto a San Felipe hasta que abandonaron la bahía de Cartagena llegaban a la ciudad multitud de evadidos que informaban a las autoridades españolas que cada día morían entre 25 y 30 hombres. Muchos muertos eran arrojados al agua, por lo que todos esos cadáveres, hinchados y hediondos, quedarían flotando en la bahía una vez se retiraran definitivamente los ingleses, resultando letales los cuerpos putrefactos porque las enfermedades provocadas por este hecho harían su aparición rápidamente. No solo en las aguas había cadáveres: se diseminaban desde Manzanillo a La Quinta y desde aquí al castillo de San Felipe. El calor caribeño aceleró la putrefacción. Cartagena de Indias se había convertido en un cementerio de ingleses sin enterrar que hedían de forma pestilente y envenenaban el aire. Aves e insectos pudieron darse un festín. Y aceleraron la propagación de enfermedades. Cuando los ingleses se fueron de Cartagena de Indias, Lezo ordenó quemar los cadáveres, pero ya era tarde, el veneno se había extendido cual enemigo invisible.

 

En paralelo, con la retirada inglesa, los españoles iban ocupando las zonas abandonadas por el enemigo, apropiándose de machetes, cartuchos, picos, carros, fusiles, tiendas, azadas, etc. Tanto abandono indicaba precipitación en la retirada.

 

Del 1 y el 5 de mayo estuvieron los británicos recuperando anclas, palos y velas que les eran necesarios para poder salir del infierno en que para ellos se había convertido la bahía de Cartagena de Indias. Siguen realizando algunos bombardeos, pero lo único que conseguían era gastar munición. Los españoles no ceden ni un milímetro. Al contrario: las partidas de guerrilleros no paran de hostigar a los ingleses en retirada. Incluso Lezo insistía al virrey en reanudar las operaciones a mayor escala, pero Eslava se negó.

 

El día 4 se escapó un prisionero español, quien confirmó una vez más a las autoridades españolas la gran escasez de víveres que padecían los ingleses y las enfermedades que los agobiaban. Tras haberse retirado de tierra, de las zonas de la Quinta, el día 8 las fuerzas inglesas muestran claros signos de total y caótica retirada de la bahía y dan inicio a la salida de la misma. El arreón inglés hacía tiempo que no tenía ninguna fuerza y nadie a estas alturas está en actitud de combate.

 

Venon, ya asumió  ---qué remedio---  que es imposible tomar la ciudad. El castillo de San Felipe de Barajas, la artillería española, la fiereza de los defensores con fusil, bayoneta o pistola, eran una resistencia insalvable que enmudeció a sus hombres, pero el vicealmirante acertó a decir:

 

 “God damn you, Lezo !” 

(“Dios te maldiga, Lezo”  o  “Maldito seas, Lezo”)

 

Podía maldecir todo lo que quisiera, pero Inglaterra acababa de sufrir una derrota humillante.

 

Vernon envío una carta, dirigida al que consideraba su rival, Don Blas de Lezo:

“Hemos decidido retirarnos, pero para volver pronto a esta plaza, después de reforzarnos en Jamaica”.

 

A lo que Lezo respondió cumplidamente no sin ironía:

Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.

 

Además de dedicarse a destruir lo que quedaba de castillos y baterías españolas en la bahía, los ingleses también quemaron cinco de sus buques pues estaban gravemente dañados. El navío insignia de Vernon abandona Punta Perico el 8 de mayo y la bahía cartagenera el día 17 de mayo. Al final de estos penosos días consiguieron poner rumbo a Jamaica el día 20 de mayo.

 

Desde el 1 de mayo en que consiguieron hacer algo de aguada para los navíos, en clara señal de retirada, hasta el 20 de mayo, en que desapareció la última vela inglesa, Vernon tardó nada menos que 20 días en reembarcar soldados desmoralizados, agotados, heridos, moribundos, así como los pertrechos que pudo salvar.

 

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

Port Royal, puerto, bahía y ciudad de Kingston, Jamaica, en un mapa inglés coloreado basado el del ingeniero Richard Jones publicado en The Civil and Natural History of Jamaica, de Patrick Browne, 1750.

 

Port Royal está situado en el extremo de una barra de tierra que cierra la bahía de Kingston, ciudad de nueva planta que entonces, como puede apreciarse claramente, se estaba urbanizando con calles y plazas rectas y perpendiculares.

Port Royal: principio y fin de la catastrófica aventura de Vernon frente a Cartagena de Indias.

 

Se dice que tiempo después Vernon volvió, muy de lejos, a rondar Cartagena de Indias en la primavera de 1742 al mando de una escuadra potente aunque mucho menor (56 barcos); se informó de que las defensas estaban siendo reparadas y de la presencia de Eslava. Desistió de tentar nuevamente a la suerte.

 

En fin, estos días, del 1 hasta el día 20 de mayo, Don Blas hace anotaciones muy cortas, casi telegráficas. En su Diario va registrando la progresiva salida de la flota inglesa. 

 

Lunes 1º de Mayo

Continuan los enemigos en hacer su aguada, y volar el Castillo Grande, y el de San Luis de Bocachica, y se han tomado varios Prisioneros por la tropa, abanzada delos que avian internado [ … ]

 

Martes 2

[ … ] Oy las quatro y media dela tarde se fueron siete Navios de Transporte para Bocachica.

 

Miercoles 3

Han amanecido tres Navios de Guerra dados fondo en Punta de Canoa [ … ] y alas cinco y media de la tarde vino un Bote al Pastelillo a traer varias cartas aviertas [ ... ] y alas ocho dela noche vino D Pedro Mur, y de parte de D Seuastian de Eslaua me trajo un lio de ellas en las que hay algunas para mi [ … ]

 

Jueves 4

Esta mañana vino un desertor marinero Español [ … ] el que refiere lo mismo que los demas en punto, a enfermedades, muertes, escaseces, de viveres, que tienen los enemigos quienes continuan en volar el Castillo Grande y el de San Luis.

 

Viernes 5

[… ] sehan ido este dia muchos nauios de transporte, para Bocachica [ … ]

 

Sabado 6

Este dia no ha ocurrido cosa particular, sino hauer venido varios prisioneros españoles, que han. echo fuga delos nauios ingleses. Continuan en volar los Castillos.

 

Domingo 7

Por la mañana vino un Bote al Pastelillo, y condujo una carta para don Seuastian de Eslaua departe de D Eduardo Vernon.

 

Lunes 8

Bajaron para Bocachica dieciocho nauios de transporte con tropa, y salieron a fuera comboyados de un Nauio de 70 cañones, alas quatro y media selevó Vernon para Bocachica.

 

Martes 9

Oy no ha ocurrido cosa particular, sino que los enemigos continúan en Volar los Castillos de Bocachica.

 

Miercoles 10

Salieron para afuera quarenta embarcaciones de transporte comboyadas de dos Nauios de Guerra.

 

Jueves 11

Este dia salieron 18 Nauios los 16 de transporte, y dos de Guerra.

 

Viernes 12

No ocurre nada.

 

Savado 13

Este dia salieron quarenta embarcaciones de transporte y entre ellos seis de Guerra y dos Bombardas.

 

Domingo 14

El Comboy de ayer queda ala vista.

 

Lunes 15

Han salido 13 Nauios de Bocachica comboyados por una Fragata.

 

Martes 16

Salieron 3 Nauios de Guerra y se vieron los 13 que ayer salieron.

 

Miercoles 17

Salio el Almirante Vernon con seis Navios de Guerra, un Bergantin y una Balandra.

 

Jueves 18

Salieron 6 Nauios de Guerra, y dos Fragatas que se han incorporado con los de Vernon, y segun se reconoce han estado quemando en Bocachica algunos Nauios delos suyos.

 

Viernes 19

Continua la quema de Embarcaciones en Bocachica, y han salido 6 embarcaciones con un nauio de Guerra.

Diario de Lezo

 

La última anotación del Diario corresponde al día 20, punto final de la aventura inglesa en Cartagena de Indias y último día en ser avistado un barco inglés en aquellas aguas. Sin embargo, Lezo no baja la guardia y en su última anotación, siempre fiel, siempre mirando por el interés general, siempre con espíritu de servicio yendo más allá de lo que le corresponde, demuestra que sigue preocupado por la futura defensa de la plaza y, aunque no lo dice expresamente, es obvio que la responsabilidad de volver a poner a la ciudad en condiciones de defensa recae en el virrey, por lo que esta anotación es una nueva crítica a la actuación de Eslava.

 

Por otra parte es, curiosamente, y a mi parecer, de estilo muy británico, la forma en que Lezo expresa lo que supone la salida de todos los barcos enemigos, la liberación de la ciudad y el fin del asedio: "quedamos libres de estos inconvenientes". Esto es flema y no la de los british.

 

Savado 20

Salieron 11 velas de Bocachica los 7 nauios de Guerra, y quatro Balandras, y no quedan ya ningunos en este Puerto pero al mismo paso que quedamos libres, de estos incombenientes, quedamos expuestos, alos que pueden acahecer respecto que desde el día 27 que sesó el ultimo fuego delos enemigos. sesaron tambien los trabajos y reparos de dentro, y fuera de esta ciudad, y se han despedido los trabajadores quedando estos en el mismo estado con poca diferencia que lo estaba en el mes de Marzo, sin que se reconozca ninguna diligencia para formar ninguna vateria en Bocachica, y Castillo grande, dejando este Puerto Franco alos enemigos para entrar y salir quando quisieren &.

 

Firmado --  Blas de Lezo.

 

 

 

El día 20 de ese mes salían los últimos de esa flota que hacía 2 meses se había presentado arrogante y retadora y ese día después de perder gran número de buques y hombres bebían el trago amargo de la humillante derrota.

Análisis militar de la defensa de Cartagena de Indias en 1741 y derrota de Vernon. Conferencia del vicealmirante Guillermo Uribe Peláez. Septiembre 2011.

 

Durante los días del asedio a Cartagena de Indias cada español, proporcionalmente, tuvo que hacer frente a 10 ingleses. En el asalto a San Felipe de Barajas la proporción era de 1 defensor cada 4 atacantes. El resultado es tan increíble que el propio Lezo, pecando de humildad, atribuye la victoria a las misericordias de Dios, lo que no es de extrañar porque Don Blas era hombre que se regía por principios muy marcados y claros que él sentía de manera profunda, siendo uno de esos principios sus convicciones religiosas.

 

Vista aérea actual de

Cartagena de Indias

 

 

Retirado Vernon, el panorama es desolador: viviendas destruidas, falta de alimentos, fortificaciones arrasadas, muertos sin enterrar por todas partes y propagación de enfermedades. Para que Cartagena de Indias comenzase su recuperación, hubo que esperar bastante tiempo el abastecimiento de víveres y pertrechos de localidades cercanas y también que volviesen las riquezas que se habían escondido en Mompox en previsión del ataque inglés, pues tampoco había dinero. Esto no ocurriría hasta julio de 1741, más o menos dos meses después de la retirada inglesa.

 

Gran Bretaña había fracasado estrepitosamente ante Cartagena de Indias. Pero, como siempre, se afanaron en justificar este fracaso con explicaciones “estilosas”: que las defensas de la plaza eran enormes y estaban en perfecto estado, que se necesitaba un mínimo de 40.000 hombres para poder penetrar en la ciudad, que las enfermedades fueron la causa, etc.

 

Es fácil “no acordarse” de la situación al inicio de la batalla. Un simple repaso a las cifras (ver CAPÍTULO 19 Primera Parte) nos indican que Cartagena de Indias se enfrentaba, pura y llanamente, a la destrucción más absoluta, dada la más que evidente desigualdad de fuerzas.

 

No se puede negar que las enfermedades hicieron daño a los ingleses, pero es una interpretación muy interesada señalar las enfermedades como la única causa de su derrota y paralelamente olvidar que:

 

1.- La expedición de Vernon, tras haber superado el cruce del océano, y dado el largo periodo que llevaban en la zona, ya estaba adaptada al ambiente y sus componentes inmunizados. La falta de aclimatación afectó a los colonos americanos y a las tropas traídas de Europa por Ogle, que llegaron a Jamaica mucho después que la escuadra de Vernon. Pero, como era bien sabido, los efectos de las enfermedades tropicales no les afectarían hasta pasadas seis y ocho semanas. Esto quiere decir que hasta el 1 de mayo no llegaría el plazo crítico en que afectarían masivamente tales enfermedades. Pero, amigos, el 1 de mayo los ingleses ya estaban derrotados desde días atrás, y en retirada, porque Vernon había dado la orden de iniciar la misma el 28 de abril, cuando empezaron a abandonar el campamento que instalaron en La Quinta.

 

2.-La tenaz defensa española fue lo que obligó a los ingleses a permanecer allí demasiado tiempo, mucho más del que los ingleses podían prever, provocando a la larga escasez de víveres, agotamiento y, finalmente, el contagio masivo de enfermedades, no todas tropicales propias del ambiente porque recordemos que los ingleses, por las prisas en tomar Cartagena, dejaron muchos muertos sin enterrar. Es decir: se debe a la desorganización y precipitación inglesas el hecho de dejar insepultos a gran cantidad de muertos cuyos cuerpos putrefactos multiplicaron enfermedades igualmente mortales.

 

3.- Las tropas de tierra inglesa estuvieron supeditadas en muchas ocasiones a los riesgos que pudiesen correr los navíos ingleses, tomando las decisiones importantes el propio Vernon. La responsabilidad de sacrificar a las tropas a cambio de salvar navíos es exclusivamente inglesa. Las pérdidas inglesas en navíos tienen mucho que ver con la eficacia de la artillería española, no con las enfermedades. Y cuando los ingleses llegaron a las inmediaciones de San Felipe de Barajas no solo no contaban con adecuado apoyo artillero naval, sino que tampoco estaban las tropas en sus mejores condiciones físicas.

 

4.- Fue la defensa española, y no las enfermedades, la que les causó centenares de bajas en combates como San Luis de Bocachica, fuerte Manzanillo o San Felipe de Barajas. Los escasos recursos de los que se disponía para la defensa de la plaza fueron empleados con inteligencia y eficacia, y los soldados españoles tuvieron un rendimiento extraordinario. Las cifras que se manejan en diferentes fuentes indican siempre que la mayoría de bajas inglesas no se debió a las enfermedades, aún a pesar de ser cuantiosas, sino a los combates que les produjeron muertos y heridos en número muy superior.

Para un estratega las grandes preguntas debieron ser: ¿cómo lograr una defensa eficaz? y ¿cómo consguir la adecuada defensa, o incluso una victoria, frente a un ejército de fuerza tan devastadoramente superior?

 

Las respuestas las encontró Lezo en la utilización de la astucia, en la perseverancia, y en el manejo de las debilidades del enemigo. Sus decisiones llevaban a largo plazo a tratar de igualar la contienda. La defensa que planteó Lezo en todo el sitio de Cartagena de Indias (recuérdese que el virrey Eslava llegó a la ciudad cuando Lezo ya había organizado la defensa, se había producido el primer acoso de Vernon y estaba a punto de producirse el segudno) perseguía desgastar al máximo al enemigo con el fin de llegar al final con posibilidades de victoria. Ante el abrumador número de atacantes, el hecho de obtener al final tales posibilidades suponía ya de por sí un éxito.

 

La conducción del enemigo hacia Bocachica, los numerosos días en ese canal mantuvo a raya a los británicos, los proyectiles encadenados que utilizó allí que destrozaban aparejos, las cadenas que ordenó colocar para obstaculizar el paso de los navíos ingleses, las rampas que mandó colocar para adaptar y mejorar el alcance de la artillería, el derribo de merlones y la colocación de sacos de tierra, las trincheras en forma de Z para disparar desde distintos ángulos, el foso para impedir que los enemigos escalasen las murallas, son medidas todas ellas que demuestran iniciativa, ideas, sabia utilización de los escasos recursos en aras de potenciar la fortaleza propia mientras irremisiblemente se desgasta al enemigo. Lezo planificó las cosas con mucha inteligencia.

 

Teniente General  Don Blas de Lezo y Olavarrieta

Autor desconocido.

Esta es la imagen más difundida de Don Blas,

y retrato utilizado en los sellos de correos.

En la parte inferior derecha de este óleo, escrito

en el manto azul que viste Don Blas, 

se lee "El Museo Naval de Madrid". Sin

embargo este óleo no está allí

expuesto al público.


Y, sí, también tuvo en cuenta que el tiempo corría a su favor. Convenía el paso de los días. Por un lado, en algún momento empezarían a escasear las provisiones entre los atacantes, y por otro, si lograba aguantar el tiempo suficiente, los muertos ingleses serían fuente de infecciones y enfermedades. Don Blas sabía que el tiempo era su aliado y jugó sus cartas. El daño añadido que podían hacer las enfermedades entre la tropa inglesa era, por tanto, una de las bazas, pero también consecuencia del empeño de resistir palmo a palmo. Además, era un dato bien conocido por don Blas: al igual que las tropas españolas de refuerzo enviadas desde la península fueron diezmadas por las enfermedades tropicales a su llegada a Cartagena de Indias, todo el tiempo que duró la aparentemente suicida resistencia planteada por Lezo promovió la aparición de enfermedades en el enemigo.

 

En la idea de Lezo influyó el hecho de tener que repeler un ataque de hombres provenientes del norte europeo poco acostumbrados a los climas tropicales y deficientemente inmunizados contra enfermedades tropicales; el agresor debía conseguir sus objetivos con rapidez antes de que el calor, la malaria, la humedad, el paludismo, el escorbuto o la fiebre amarilla se convirtiesen en invencibles aliados de los defensores. Lezo sabía que tras seis semanas los ingleses empezarían a sufrir bajas y, por tanto, ese era el plazo mínimo durante el que había que resistir a toda costa. Pero el peligro de la aparición de enfermedades no era ningún secreto y ¿acaso no lo iba a saber Vernon?

 

No sólo eso: el factor climático también convenía tenerlo muy en cuenta, pues si se resistía lo suficiente los ingleses entrarían de lleno en la época de lluvias, que dificultaría muchísimo sus movimientos. ¿Acaso tampoco esto lo sabía Vernon?

 

La fuerte y eficaz defensa que planteó en Bocachica hizo mucho daño por sí misma a los ingleses pero, además, los mantuvo fuera de la bahía durante tres semanas. Lo cual, por si fuera poco, obligó a los ingleses a mantenerse en el mar durante ese tiempo, algo que haría consumir también sus víveres frescos y, por tanto, la amenaza de una epidemia de escorbuto.

 

En resumen, Lezo fue un gran estratega que supo ver que los ingleses fracasarían en La Boquilla y se verían obligados a combatir en Bocachica, ganando así un tiempo precioso en el cual el insalubre clima acabaría mermando la salud de los ingleses.

 

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)


IZQUIERDA: estatua de Don Blas de Lezo en Cartagena de Indias, a los pies del castillo de San Felipe de Barajas. DERECHA: detalle de la misma.

El monumento fue un regalo del gobierno español a la ciudad en los años 50 del pasado siglo.

 

 

Estas consideraciones sobre la idea estratégica fueron las que el virrey, aunque en justicia hay que decir que se comportó como un valiente, no alcanzaba a manejar en su diferente concepción estratégica de la defensa cuyos matices eran distintos a los de Lezo. No obstante, también en justicia, hay que decir que Eslava tiene su parte de responsabilidad en el éxito dada su condición de mando supremo de la defensa.

 

Inesperadamente, Lezo tuvo un aliado para sus fines: el propio vicealmirante Vernon. La ambición del orgulloso comandante inglés sumada al peligroso discurrir de los días hizo que tras conseguir forzar el paso por Bocachica decidiera no perder el tiempo en enterrar a los muertos, tanto suyos como españoles, con el fin de lanzarse lo más pronto posible contra la ciudad. No enterrar a los muertos provocaría, finalmente, epidemias entre sus filas. Posteriormente, el largo tiempo que tardaron en reembarcar y salir de la bahía multiplicó aún más el efecto de las enfermedades.

 

Y así, mientras que se conseguía resistir al máximo sin que se produjera un descalabro de las escasas tropas españolas, aspecto positivo al que en su medida contribuyó también el virrey Eslava, se obligaba al mismo tiempo al enemigo a desgastarse excesivamente. Los ingleses se dirigían poco a poco hacia un derrumbamiento físico y moral. Vieron cómo su ataque se prolongó más de lo que nadie podía esperar. Los muertos se acumulaban, se expandió la peste, la fiebre amarilla, el escorbuto … y finalmente la desmoralización.

 

En contraste, Lezo supo mantener alta la moral de sus marineros y artilleros. Cuando llegó ese derrumbamiento físico y moral de los ingleses éstos ya no podrían ejercer su superioridad numérica, como finalmente ocurrió en el asalto al castillo de San Felipe de Barajas y los días siguientes. Terminaron huyendo.

 

Battles of The British Navy, de Joseph Allen.

Primer volumen.

Edición de 1852.

 

 

Un ejemplo del tratamiento de los hechos por parte inglesa: la historia de las batallas de la Royal Navy, de Joseph Allen (edición revisada y alargada). Una vez más en los anales de la historia inglesa se pasa de puntillas sobre el desastre inglés, que se redacta en pocas líneas, lo más rápido posible.

 

El texto dice que, tras forzar el paso por Bocachica y apresar el navío Galicia“ … fueron destruidos los principales obstáculos  (para hacer caer la ciudad) … Pero por la enfermedad entre las tropas y los problemas de carácter entre los comandantes de tierra y mar, se perdió la recompensa para la que habían trabajado tanto tiempo. La falta de unanimidad, característica de todo proceder posterior, dio lugar a los resultados más mortales …”.

 

Seguidamente el libro dice, resumiendo por mí mismo el muy cortito párrafo, que las tropas fueron rechazadas en el castillo de San Felipe con grandes pérdidas, sin más, y que Vernon decidió enviar al navío Galicia a continuar bombardeando, tras lo cual Vernon entendió que la expedición no conseguiría el éxito esperado, éxito que de haber existido cooperación entre los mandos qué duda cabe que se hubiera producido. De aquí, el relato salta directamente a hablar del siguiente ataque inglés, en Cuba.

 

Menos mal que es la edición revisada y alargada.

 

O sea, que nosotros los spaniards deberíamos estar agradecidos de que durante esos días los comandantes ingleses estuvieran de mal humor y no se hablaran entre ellos, gracias a lo cual España conservó el imperio americano. Seguro que sus señorías british habrían estado más relajados si hubieran tomando el típico té de las cinco de la tarde. Con pastas. Si llegan a estar contentos y felices, en sana camaradería ¿quién puede dudar de que hubieran arrasado ese año con todo el territorio americano desde Cartagena de Indias hasta la Patagonia? Por favor.

Carta sepherica de Las Yslas, Bajos y Peligros que ay en La Travesia desde Cartagena Al Montar La Ysla de La Jamaica, Al Meridiano de Tenerife Dibujado por Pedro lebé Del Numero de los pro. pilotos de la armada

Carta náutica fechada en 1741 realizada por el piloto Pedro Lebé.

Biblioteca Nacional de España.

 

En cuanto a las bajas inglesas, probablemente nunca sabremos con exactitud el número de ellas diferenciadas entre las producidas en combate y las producidas por enfermedades, pero los números totales que se suelen manejar oscilan entre 6.000 y 11.000 muertos además de una cifra de heridos estimada entre 7.000 y 8.000 hombres.

 

Es decir, en el mejor de los casos, 13.000 bajas inglesas entre muertos y heridos.

 

Entre los españoles, se manejan cifras entre 100 y 800 muertos, y unos 1.200 heridos.

 

La Royal Navy que sale de Cartagena de Indias el día 20 de mayo no es ni sombra de la orgullosa flota de Vernon que apareció ante la ciudad el día 13 de marzo. Vuelven, como poco, 50 barcos menos de los que llegaron. De regreso a Jamaica muchos barcos navegan penosamente, dañados, 17 de ellos con graves daños, algunos con arreglos apresurados y mínimos para poder hacer el viaje, en medio de un completo caos y un infierno de recelos y cruces de acusaciones por el fracaso, entre Vernon y los comandantes de los diferentes grupos de tropa, y esta entre sí. Es una escuadra patética. Cada barco inglés estaba convertido en un desgraciado hospital y, ante la falta de tripulación, quemaron cinco barcos más.

 

Tobias Smollet, escritor y testigo ocular de los hechos, nos describe así la patética situación en los improvisados barcos hospital ingleses:

 

 

Aquí contemplé a cincuenta desgraciados destrozados, colocados en fila, amontonados unos sobre otros en un espacio no mayor de 15 pulgadas asignadas para cada uno con su cama y lecho. Sin luz durante el día ni aire fresco. Respirando nada más que una atmósfera fétida con vapores mórbidos exhalando de sus propios excrementos y cuerpos enfermos, devorados por los parásitos incubados en la suciedad que los rodea, y carentes de lo necesario y conveniente para la gente en aquella desastrosa condición.

 

El lector puede imaginarse qué hubiera pasado si la escuadra de Rodrigo de Torres, intacta en La Habana, se hubiera presentado en ese momento.

 

Como en condiciones de calor y apiñamiento seguían los ingleses contagiándose enfermedades unos a otros, durante el viaje aumentó por decenas el número de muertos que iban arrojando por la borda. En el viaje se producen continuos altercados y azotes. Se ven obligados a reclutar marineros forzosos incluso entre lo que quedaba de la tropa de voluntarios coloniales en medio de conatos de rebelión por parte de la marinería británica. Poco antes de llegar a Jamaica, otro barco inglés se hunde debido a las averías sufridas durante la batalla. Todo indica, pues, que la cifra final de bajas entre las filas británicas seguramente es aún mayor de la habitual cifra de 9.000 muertos que se suele manejar. De hecho, se alzarían algunas voces inglesas en contra de ocultar la verdad, como la de John Pembroke o la de Tobias Smollett, ingleses que vivieron los hechos, que dieron cifras mucho más elevadas: 18.000 muertos. Pembroke, además, era miembro del Parlamento inglés.

 

De lo que no hay duda es de que las bajas inglesas en Cartagena de Indias fueron elevadísimas en cualquier caso y de su Royal Navy quedó bastante dañada (las pérdidas totales de la Guerra del Asiento hicieron que el poderío de la marina inglesa tardase en recuperarse). El recuento final de la batalla por Cartagena de Indias arrojaría un cuadro similar a este:

 

 

GRAN BRETAÑA

ESPAÑA

 

 

 

MUERTOS

4500     en combate

800

 

3500     por enfermedades

 

 

 

 

HERIDOS

7000

1200

 

 

 

 

 

 

NAVÍOS DE GUERRA

  6        de tres puentes

 

 

13        de entre 50 y 70 cañones

6

 

 

 

FRAGATAS

  4

 

 

 

 

 

 

 

BUQUES MENORES Y TRANSPORTES

Entre 30 y 50

Algunos mercantes

 

 

 

 

 

 

OTRAS PÉRDIDAS

1500     cañones

Construcciones defensivas

 

Innumerables pertrechos

Alrededor de 450 cañones

 

 

 

 

Las pérdidas inglesas son descomunales sobre todo si se comparan con las cifras españolas.

 

La munición artillera gastada por los ingleses se estima en 36.000 balas y bombas. Los disparos de los cañones españoles se estiman en 9.500.

 

Entre los muertos ingleses se cuentan oficiales y mandos por decenas: tenientes, capitanes, tenientes coroneles, oficiales de marina, y hasta el jefe de ingenieros, Jones Moore. De los cerca de 3.000 colonos americanos sólo consiguieron regresar a sus hogares unos 400, la mitad de ellos enfermos. Lawrence Washington, hermano del futuro primer presidente de EE.UU., fue uno de los pocos supervivientes que pudo contarlo.

 

Un desastre inglés sin paliativos. La mayor operación de la Royal Navy en la historia se saldó también como la mayor derrota de su historia. Se me permitirá una frase muy expresiva para señalar que los ingleses se fueron de Cartagena de Indias tras haber recibido “una amplia mano de hostias”, en palabras tomadas al académico Arturo Pérez-Reverte en uno de sus artículos sobre historia de España.

 

Con la derrota de Vernon y sus generales en 1741 y el retiro obligado del comodoro Anson, quien simultáneamente había ingresado al Pacifico por el cabo de Homos (ver CAPÍTULO 4), los ingleses perdieron la oportunidad de partir el imperio español en dos y quizá conquistarlo, como era su intención. Para España la lección fue clara: como parte esencial de su larga lucha colonial con la Inglaterra del siglo XVIII no cejó en su empeño, incesante hasta los albores mismos de la independencia, por convertir la "Llave de las Indias del Perú" en la plaza fuerte mas respetada de América (ver CAPÍTULO 15).

 

Nunca más los ingleses se atreverían a montar una expedición a gran escala contra las posesiones españolas en América.

 

En la Plaza española se realizó un Te Deum, ofrecido por la victoria, y las campanas de iglesias y conventos pudieron echarse al vuelo. A pesar de la lógica alegría, no hubo muchas celebraciones pues la ciudad tenía por delante días tétricos: habría que recoger y enterrar cientos de cadáveres ingleses putrefactos que provocaban un olor nauseabundo, tendrían escasez de víveres, se establecería una cuarentena que impedía el abastecimiento desde el exterior, y buena parte de las construcciones defensivas iban a necesitar ser reconstruidas cuanto antes.

 

Tras abandonar la flota inglesa la bahía de Cartagena de Indias, Lezo en su condición de comandante del apostadero se dirigió a Sebastián de Eslava, al que en su parte de guerra indicó aquello que hemos visto anotado en su Diario:  “Señor virrey, hemos quedado libres de esta inconveniencia”.

 

Después, Don Blas se marchó dejando tras de sí el característico y habitual toc toc de su pata de palo.

 

Tras muchos días de sufrimiento habían llegado, por fin, aquellos otros en los que poder descansar, sin bombardeos, sin destrucción, sin sangre, sin lucha. Llegaba la calma.

 

Pero no para don Blas.

 

Él iniciaba aquí su particular calvario.

 

Esa y otras cuestiones se tratarán en el siguiente y último capítulo: EPÍLOGO.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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Comentarios: 5
  • #1

    juan luis salazar rios (viernes, 20 febrero 2015 10:52)

    Sin quitar méritos a Blas de Lezo, que los tuvo casi todos, la intervención de Eslava me parece oportuna. Lezo era impulsivo, agresivo, previsor, buen analista de las situaciones, muy activo, con experiencia y debió ser respetado por la marinería a su cargo.
    Creo que uno de los momentos claves de la batalla fue la defensa de Bocachica, donde Lezo se quejó repetidamente de que Eslava no autorizara la salida y ataque a las baterías inglesas de Isla Bomba. Me parece que si Eslava hubiera autorizado dicho ataque o Lezo lo hubiera realizado sin órdenes del gobernador, es muy posible que hubiera tenido éxito, sobre todo al principio. Este posible éxito en anular el desembarco inglés, quizá hubiera provocado la suspensión del ataque inglés a Cartagena. Lo cuál hubiera provocado posiblemente otro ataque mayor en los siguientes años. Con el éxito temporal de forzar la entrada en Bocachica, los españoles consiguieron que los ingleses continuasen el ataque.
    El hundimiento de navios mercantes y de guerra ordenada por Eslava ya en la bahía interior y sin luchar, también me parece oportuno aunque doloroso, pués reservaba tropas para la defensa de la plaza, lo cuál era el objetivo principal.
    Otras medidas tomadas por Eslava en contra de la opinión de Lezo, también me parecen oportunas, para frenar el excesivo ímpetu del marino en conseguir fines no prioritarios, despreciando excesivamente las vidas de su tropa.
    En fin, me parece que Dios puso a dos hombres juntos en una situación dramática, que siendo de carácteres opuestos, al final se complementaron mutuamente al anularse uno a otro sus defectos y por contra potenciar sus virtudes, en una solución favorable a los intereses de España.

  • #2

    juan luis salazar rios (viernes, 20 febrero 2015 13:39)

    No entiendo la táctica del almirante o contraalmirante inglés Vernon. Su empeño de entrar la flota en la bahía de Cartagena forzando el paso por Bocachica me parece un error estratégico innecesario. Se comenta en esta página web que al principio intentaron los ingleses un desembarco con lanchas en La Boquilla, al norte de Cartagena, pero que lo abandonaron por las mareas y corrientes, y porque el paso o entrada a la laguna era estrecho y poco navegable. Sin embargo, pienso que era la opción más práctica de desembarco masivo: directamente desde el mar, sobre una costa apenas defendida y que daba acceso directo a la población de Cartagena y al Catillo de San Felipe por detrás. Si de todas formas había que hacer un desembarco, atacar por Bocachica y por la bahía de Cartagena me parece que fue atacar primero a los miembros de un cuerpo, en vez de ir directa y rápidamente a la cabeza.

  • #3

    Orlando Zapateiro (lunes, 26 septiembre 2016 04:20)

    Excelente documento

  • #4

    Manuel Romero Velazquez (jueves, 08 febrero 2018 20:36)

    Batalla Cartagena de Indias 1741, solo hacer constar que las armas de fuego necesitaban para mosquetes muchisimo tiempo en volver a cargar (lo mismo sucedio en Estados Unidos contra indios de Florida, que la caballeria a volver a cargar tardaba mucho tiempo y eran soldados victimas de los indios..por eso se hizo los rifles
    de caballeria sistema pistola revolver y mas tarde fueron los rifles repeticion Wiinschester en 1873.
    En Cartagena de Indias los arqueros indios reservas del ejercito español, portaban arcos y flechas que podian disparar unas 8 o 12 flechas por minuto apdxte. y mas quizas y alcanzaba distancias de unos 200 metros y mosquetes tiro eficaz a unos 70 metros (necesitando mucho tiempo para cargar) ..por eso fue importante la gran cantidad de disparos de flechas de los arqueros indios en las filas españolas (el arco ingles gales o arco grande de unos 2 metros largo..alcanzaba distancias de unos 300 metros con sus flechas) y abatio ejercitos y gano batallas..por disparar miles de flechas en las batallas y dejar con maximo peligro al enemigo..como la Batalla de Azincourt de Francia contra las tropas francesas y concreto contra la famosa caballeria francesa) Manuel Romero

  • #5

    A (jueves, 17 septiembre 2020 21:11)

    Muy Buen Blog

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